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10 de septiembre de 2019

¡Qué bello es discurrir!

Dado que tenía abandonado este espacio desde hace tiempo y que a veces dedico ratos a elucubrar expresiones para textos más complejos, he decidido traeros un breve compendio de aquellas. Podéis buscarle tres pies al gato y tal vez los encontréis. Pero sobre todo, tomaos la primera expresión al pie de la letra:

Cómo no admirar su obra (fuente).

A ti que me lees: no dejes de leerme entre líneas.

El secreto del amor es el mando a distancia.

—Amor, ¿«nada más bello que un delfín» es un reto o una preferencia?

Echa la ley, echa la trampa y tira del sedal.

El continente es nuestro amor. El contenido soy yo, que jamás te he dicho que te amo.

¿Todos tenemos un papel en la vida o a algunos les han tocado todas las papeletas?

Al final voy a tener que daros la razón a todos sobre lo de morirme.

No hay nada más alejado que el ombligo.

De todo se aprende. Mira por dónde.

No sé tú, pero uno de los dos sobra.

A quién no le gustan los países prósperos, sin embargo.

Ser inmortal y parecerlo.

Ser honesto y padecerlo.

Algunos roqueros se salvan por los pelos.

Arte, ese sufijo pretencioso de la primera conjugación.

Ni para ti ni para mí, para Google.

El colmo de la gota es llenar el vaso medio vacío.

Haz bien y mira bien a quién.

Los chicos buenos van al cielo, como los globos sonda.

—¿Te quieres casar conmigo?
—Hasta la muerte… no.

Esas personas que no deberían morirse nunca. Ni haber nacido.

Una gota de pasión, una gota de amistad, una gota de respeto y una gota de sudor.

¿Pájaro en mano? ¿Para qué, si soy vegano?

Muchos por menos han muerto; el secreto está en la dosis.

No hay autoayuda que valga para comprarse.

El alero, el largo trecho entre trú y yo.

Mundos que no están en este ni en oeste.

Aunque todos tenéis un móvil, no todos vais a perpetrar un crimen.

La tecla adecuada, ¿y luego qué?

Nunca llega la hora de llegar, la hora llegadera.

Nunca se es demasiado pequeño para advertir que se es pequeño.

Los números viven encapsulados en tarros de cosas. No importa qué.

Sal al mar y mójate.

Homeópatas perdiendo el juicio por no contar con Avogadro.

Veni, vidi, da Vinci y otros artistas del Rubicón.

¡Qué debate ni qué debata!, humaniciencias.

¿La frecuencia con la que veo el rojo en la obra de Kandinsky? 4×1014 Hz, ¿por?

EscriThor, hijo de escriOdín.

«Tengo la llave de la felicidad y estoy dispuesto a usarla, hijos de puta» no parece un buen título para mi próximo libro de autoayuda.

Hazte un favor y léete el Manuscrito Voynich.

El dinero no da la felicidad. Ni lo pretende.

Nunca entenderé que la profundidad esté por encima de la superficialidad.

Cóncavo y convexo como definición de la verdadera tortilla de patata, de la verdadera izquierda, del verdadero feminismo...

No es rara la confusión entre occidental y accidental.

Seis cosas hay en la vida: homeostasis, relación, metabolismo, desarrollo, reproducción y adaptación.

Pienso, luego, esquisto, y después, no descartes.

Nada de lo que diga podrá ser usado en su compra. Canjee los cupones.

Si no eres consciente de lo que tienes hasta que lo pierdes, no lo tienes, lo tenías.

Lo raro no es hacerse preguntas, lo raro es tener solo respuestas.

No es difícil saber por dónde vas los tiros si eres el blanco.

Uno no es corrupto por donde nace, sino por donde pace.

No confundamos la celebridad con el vecino.

Agárrate, que vienen purgas.

En ausencia de leyes, tiranía de reyes.

Siempre que íbamos a Rebollos de Madregoso, estaba el mismo tipo y era el cura. Le llamábamos el obvio del pueblo.

Más alto, más fuerte, más lejos, o limpiadas a conciencia.

Nada nos hace sospechar que caiga un chaparrón, con azúcar y turrón.

Una de cal y otra de arena, y a vivir la vida contra la pared.

El movimiento se demuestra. Así que, ¡andando!




6 de mayo de 2019

Hijo, jamás me llames coach

Mira, hijo: no importa. Es posible que no te sepas todo lo que te preguntan en el colegio, pero sabes casi todo. Además, cuando no lo comprendes, buscas ayuda. Vale, a veces preguntas a mamá, a veces a mí y otras a los abuelos. Por eso también has comprobado que nosotros tampoco nos sabemos todo; también buscamos ayuda (libros, internet o preguntando a otras personas). Pero, a lo que íbamos, vas comprendiendo lo que aprendes. Es cierto que algunas cosas te interesan menos. Tan cierto como que otras te interesan mucho. En cierta forma, también te pasa cuando tenéis que decidiros por un juego entre los amigos. No siempre hacemos lo que nos gusta más. Pero bueno, eso ya estás harto de oírnoslo.



Y en cuanto a las notas, pues sí, llegará un momento en el que tendrás que ir a por la nota más alta; tendrás que competir. No sé si es bueno o es malo, pero no siempre es tan fácil como jugando al baloncesto con los compañeros de clase, en que a veces se gana y a veces se pierde. Se lo habrás escuchado a los abuelos: cuando me preguntaban por qué jugaba con niños mayores que yo, les contestaba que me daba igual si me ganaban o si podían hacerme trampas, porque a mí lo que me importaba era jugar. Y sigue siendo así cuando me junto con ellos muchos años después. Realmente, empecé a dirigir mis esfuerzos para ganar cuando veía que a veces podía ganar. Y fíjate que he mencionado algo importante: esfuerzos. ¿Crees que jamás antes me había esforzado? Naturalmente que me había esforzado antes. Y muchas veces. Y seguí haciéndolo (y sigo haciéndolo). ¿Sabes contra quién? Contra mí. Saltar más, nadar más rápido. Hacerlo mejor, vamos.

Porque no siempre sabes cómo son los demás. En la vida hay competición, y no solo en el deporte de élite. Pero la principal competición es de uno contra sí.

Y, aunque quizá no lo creas, de eso dependen muchas de las notas que obtendrás dentro de unos años: del esfuerzo en aprender que estás haciendo ya. ¡Y qué bien sienta aprender!, ¿verdad?