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27 de septiembre de 2014

Caramelizada mente

El despertar de los sentidos y otras joyas literarias que adornan ramplonamente nuestra ignorancia. Porque, al fin y al cabo, no se puede saber de todo y saberlo bien. Así que, ¿para qué mantener una pose de embajador cuando no tenemos ni la más remota idea de lo que nos hablan? “Pues mira, no, no he probado la confitura de erizo de mar al Cointreau”. Y no pasa nada.

Ratatouille
Y tampoco pasa nada por no ser un nerd ni por desconocer el último cotilleo futbolístico... ni periodístico. Que tampoco pasa nada por no estar a la última. Porque, vamos a ver: ¿Qué es estar a la última? ¿Tener una vaga idea sobre algo, haber leído o escuchado el titular más molón, qué? Reflexionad unos segundos.

Ya.

Necesitamos tiempo porque incluso con la dedicación suficiente nos pueden embaucar. Se acepta que la celeridad de la información rara vez aporta conocimiento, pero caemos una y otra vez. Datos, datos y datos, y alguna anécdota, y no tenemos tiempo para profundizar en todo. Además, si no hacemos la correspondiente pausa, no tenemos tiempo para profundizar en nada. Como si nuestras neuronas salieran de picnic. Que es la ocasión propicia para colarnos cualquier mensaje promocional, incluido este genérico: “NUNCA digas NO”.

“No digas que lo ignoras”, “no digas que no tienes el último cacharro tecnológico”, “no digas que no estuviste allí”...

Absortos, o, como dicen en psicología, paralizados ante el análisis de informaciones que nos llegan por todas partes y a la velocidad del rayo. Continuamente conectados, si no nosotros, cualquiera de nuestro alrededor: “¿No habéis oído la última del Gobierno?”, “¿habéis visto la nueva aplicación para encontrar las ferreterías más cercanas?”, “en el cole de mi hijo hacen un proyecto sobre la bomba de hidrógeno”... De todo eso has de saber, y debes ser presto cuando te interpelan, como un púgil ante un crochet, defendiéndote con un eficaz “ME SUENA” o un resultón “ALGO HE OÍDO”. Con serenidad y suficiencia, para evitar mayor profundidad, no vayan a insistir con una pregunta abierta, del tipo “¿Y tú cómo sofríes la cebolla?”.

Mejor no entrar en detalles. Simplemente, has de admitir que no lo sabes y, en caso de que te interese, preguntar sobre ello. Si no, pues nada, asume que estás caramelizado, como la cebolla o el vinagre de Módena, tan en boga al parecer.


Por cierto, no digas que no has leído este post.


9 comentarios:

  1. Pues mira tú, hoy sí he leído tu post.

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  2. Yo también lo he leído mientras disfruto de unas pipas deconstruidas que me llevan al cielo.

    Mensaje enviado desde mi iPhone 6

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  3. Me ha encantado. El estilo no podía ser más adecuado. Felicidades

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  4. Coño! Qué acaramelado estoy con mi Nexus!
    Totalmente de acuerdo con el autor

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  5. Jo jo jo! "Cuando yo estuve en y conocí a fulanito".
    Muy bueno

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  6. Hay mucho enterao suelto. Ni te cuento lo que hay en el esquí. Mucho equipamiento y luego na de na. Vamos a ver que se lleva este año.

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  7. Ya lo dijo Einstein "todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas". Preocuparnos por aparentar no es más que aceptar que la opinión de otro cuenta más que la mía, que nadie sepa como soy en realidad o no me aceptarán... un problema que afecta al que lo tiene, y si lo tenemos deberíamos cuidarnoslo. Me ha gustado tu blog de hoy, gracias por compartirlo.

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