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19 de enero de 2013

Contra el pesimismo: nuestro pensamiento


Siempre es el momento. Ahora también, por qué no. Ahora también podemos hacer algo por nosotros. Un nosotros comprensivo y extensivo a cada uno de los elementos que componemos este gran conjunto humano. Si alguien duda de las buenas intenciones de los demás, que piense en sí. No se trata de tener confianza ciega en las instituciones (y menos con la que está cayendo), a modo de Sócrates, pero sí compartimos con él que “quien es sabio es bueno”. Tampoco se trata de desarrollar nuestra plena autonomía, sino de explotarla eficazmente. ¿Quién no ha pasado por malos momentos y ha necesitado de una mano amiga que le apoyara y actuara como catalizador para superar el sufrimiento? ¿Quién puede creer que se ha desarrollado solo, que su aprendizaje sólo ha dependido de él, que no ha tenido guía? Si alguien se cree autosuficiente, es comprensible que no crea necesitar de los demás. Allá él y su patología. No somos cobardes, pero tampoco se trata de ser temerarios. Es temerario creer que cerrando las puertas a la indigencia, podremos vivir sin las personas indigentes, como temerario es aplastar una planta esperando que no vuelva a crecer o no vuelva a dejar su simiente al lado. No se trata de tener miedo al futuro, sino de convivir con él desde el presente. ¿De qué sirve planificar una economía que se apoya en la revalorización del suelo cuando llega un momento en que sólo unos pocos pueden acceder a la vivienda? ¿De qué sirve esconder el polvo bajo la moqueta?
Para ello proponemos un análisis de la realidad sincero y valiente. Un intento por admitir nuestros errores para tratar de enmendarlos con soluciones enriquecedoras para todos, para esa cosa común que se nos supone a todos por el hecho de ser hombres y que quizá tenga que ver con esa otra que podríamos llamar calidad de ser únicos individuo a individuo. Más únicos que cualquier otro ser. He aquí nuestro antropocentrismo.
Nuestro discurso, quizá único, no está solo. No, porque es humano y lo arrojamos a la lectura de todos las personas. Entre quienes lo lean habrá tantas interpretaciones como lectores. Por sistematizar, habrá opiniones más emparentadas a una u otra dirección: las habrá escépticas, las habrá confusas, indignadas, de menosprecio, de rechazo, iluminadas... e incluso puede que haya quien las comparta en alto grado. Buscamos nuestra mejora humana, sería incoherente afirmar lo contrario, cuanta más gente lea esto, mejor. Pero también queremos vuestra reflexión a partir de esto, ya que es indisoluble a nuestro bienestar. Es una de nuestras premisas: yo estoy bien y mi entorno está bien (sin condicional), y también es nuestro propósito.
No sólo aceptamos las críticas, las hacemos nuestras, pero desechamos las ofensas, que no son de nadie. Comprendemos el mecanicismo y el positivismo, pues puede que también sean parte de nuestra metarrealidad. Desentrañar nuestro pensamiento es contribuir a comprender y a convivir con nuestra realidad. Quizá hayamos seguido el camino ecléctico, pero buscamos una definición, tenemos que mojarnos. Tampoco tenemos información suficientemente irrefutable como para creer en posiciones netamente genéticas. No entramos en los mecanismos mentales que puedan explicar el pensamiento ni su contenido: el conocimiento, las creencias, las ideas. Sería buen punto de partido una recopilación del contenido de nuestro pensamiento, para intentar situarlo en la cultura o las culturas que subdividen a su vez la gran cultura humana. No sería novedoso porque también se tendería a sistematizar, por las limitaciones que señalábamos anteriormente: un estudio de cada conciencia habría de ser costosísimo, inabordable con nuestros medios; cada conciencia es función, entre otras cosas, de la variable temporal, al instante siguiente somos los mismos pero diferentes. Sin embargo, admitimos esas limitaciones y tratamos de minimizarlas o esquivarlas proponiendo un sistema basado en la continuidad y la diferenciabilidad individual (acaso infinitesimal). Asumimos que en ocasiones se producen cambios individuales de naturaleza cualitativa y cuantitativa discontinuos, que un niño no es un adulto en pequeño, por ejemplo, o que un trauma en la etapa adulta también puede ocasionar cambios sin graduar en la persona. Y, naturalmente, también nos hacemos cargo de las crisis que se dan en las sociedades y que transforman las culturas. Pero creemos que, fuera de las singularidades hay un continuo, o al menos una senda por la que nos es más fácil empezar a comprender cómo somos, nuestra realidad.

2 comentarios:

  1. Gracias por este artículo tan interesante. Enseguida lo comparto con quien sé que lo necesitan. Yo también lo necesito, por supuesto, yo, la primera. Gracias, de nuevo. Un saludo

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  2. Gracias por tu interés, Mónica. Tengo muchas dudas sobre los presupuestos pretendidamente certeros de quienes nos arrastran por las frías cifras. Creo que nuestro pensamiento es mucho más extenso que todo eso y que podemos volver a él para reubicarnos, para no perder el norte cuando tratan de manipularnos. Las certezas son las propias, pero con las de muchos, en un continuo entre creencias y conocimiento científico. Pero hay correlación entre lo implícito y lo explícito. Hay que confiar en nosotros, en cada uno, y en quienes nos rodean. Además, no nos queda más remedio. Un abrazo

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