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29 de enero de 2013

Lo que las familias saben y no les preguntamos



El auge científico y su difusión, favorecida por su aplicación tecnológica en el siglo XX especialmente, han llevado parejo un cambio epistemológico amparado sobre todo por esta difusión tecnológica, como resultado palpable del pensamiento positivista anterior. Siempre en Occidente, esto no quiere decir que se hayan abandonado totalmente los presupuestos metafísicos. Pero sí parece haberse creado una especie de fe casi ciega hacia la Ciencia y hacia su fruto, la tecnología.
Cuesta creer, sin embargo, que la Historia del siglo XX haya estado unívocamente determinada por ese pensamiento. De alguna forma esto llevaría a aceptar que el conocimiento ha prevalecido sobre las creencias en la toma de decisiones. Si es o ha sido así, entonces no hay gran diferencia entre ese siglo y los precedentes: una oligarquía ha detentado la cultura y con ella ha influido en la mayoría para que siguiera de forma correligionaria sus decisiones políticas, religiosas, etc. Sin embargo, aunque la Historia nos demuestra que efectivamente ha habido una cultura dominante en cualquier época y lugar, también nos demuestra que el término cultura puede tener diferentes acepciones.
Cultura popular, cultura de masas, cultura como sistema que define una organización social... son términos que encierran significados distintos al concepto de cultura clásico u original, como guardián del conocimiento erudito. No sólo se trata de una diferencia cualitativa, sino también cuantitativa, puesto que generalmente el sentido clásico de cultura ha sido y es patrimonio de unos pocos, frente a la cultura que ha subyacido a cualquier organización social por numerosa que ésta fuera.
Tanto si nos referimos a un sentido o a otro, la cultura no es algo estático; existen movimientos de mayor o menor intensidad, con diferente lapso histórico y con diversas características entre las diversas formas sociales. Nuestro propósito no es adentrarnos en el porqué de esos cambios. Sobre esto hay explicaciones para todos los gustos: en el campo de la psicología social, en la corriente de Moscovici, Nemeh1, por ejemplo, conjetura:

«Nuestra hipótesis específica es que el conflicto engendrado por los puntos de vista adversos, tanto si éstos emanan de una mayoría como de una minoría, estimulan la actividad cognitiva. Es la forma de esta actividad la que, sin embargo, es completamente diferente en función de si la fuente es una minoría o una mayoría».
(Moscovici, 1991, p.287)

Moscovici (1991, pp. 303-319) utiliza el término conversión para expresar un cambio de creencias. Llega a postular que el efecto de la mayoría es inmediato, pero que la conversión se produce más de la mitad de las veces cuando hay una oposición a la minoría. De manera que el efecto de esta conversión es más profundo y duradero.
En cualquier caso, esto viene a indicarnos que las creencias del hombre de la calle no son totalmente subjetivas. O no, al menos, son totalmente genuinas en su origen. Como señalan Rodrigo y Palacios2 refiriéndose a las concepciones familiares de los padres:

« (...) los padres necesitan una mediación representacional sobre la realidad familiar para poder hacer frente a una serie de procesos cognitivos (...). Si los padres no contaran con tales conceptualizaciones sobre la crianza, el desarrollo y la educación de sus hijos, carecerían de interpretaciones personales sobre lo que ocurre en la vida familiar en torno a esas cuestiones, de modo que las cosas podrían ser esto o aquello de modo aparentemente azaroso».
(Rodrigo y Palacios, 1998, p.56)

Sobre múltiples campos de la realidad, el individuo posee diferentes interpretaciones personales que beben de otras explicaciones subyacentes en la cultura en la que se encuentra inmerso. Ésta es una de las premisas del constructivismo social. Aunque proponemos una reflexión para aproximarnos al contenido del pensamiento cotidiano en un marco sociocultural, tampoco vamos a adentrarnos en la eterna pregunta de qué fue antes, si el huevo o la gallina:

« (...) el proceso de desarrollo sigue al de aprendizaje, que crea el área de desarrollo potencial [ZDP] ».
(Vygotsky, en Cecchini-Benítez3, 1956-1986, p.39)

No proponemos ahondar más en los mecanismos que rigen el desarrollo individual, sino, más bien preguntarnos cómo es el resultado de ese desarrollo para ver cómo efectivamente se ha producido una influencia del contexto social en los contenidos cognitivos del individuo.

Otro enfoque, el sistémico, fundamenta la adquisición y, en general el trasiego de información entre individuos que, lo queramos o no, no están aislados. Sin entrar en la importancia de los sistemas en función de su “proximidad” al individuo (microsistema, mesosistema, exosistema, macrosistema y cronosistema (Brofenbrenner4, 1987)), a estas alturas es lícito suponer que las creencias recogen datos de múltiples fuentes culturales. Lo esperable es que cada conjunto de creencias sea muy diferente entre individuos. Pero, como decíamos antes, no parece que las divergencias sean tan notables como para afirmar que cada pensamiento individual sea genuinamente original. El pensamiento, pues, es único en cada persona, pero no es netamente propio, sino que, más bien, está adaptado a un entorno mayoritario. Este entorno lo podríamos denominar marco sociocultural común, sin entrar aún en cuál es su extensión.

Una explicación de esto nos la sugiere Rodrigo5, partiendo de una crítica a la supuestamente clara dicotomía entre conocimiento cotidiano y conocimiento científico:

«Uno y otro ya no se encuentran a los extremos de un continuo que va desde la incoherencia, la inexactitud y el error hasta la coherencia, la precisión y la verdad».
(Rodrigo, 1993, p. 89)

Si el pensamiento es un proceso que fructifica en diferentes tipos de contenidos (ya sean síntesis de creencias, ya sea conocimiento explícito, ya sean teorías implícitas, etc.), estos difieren, según Rodrigo (1993, p. 112), básicamente en dos niveles funcionales de representación mental: en el pragmatismo de las creencias o en la forma declarativa del conocimiento. Pero lo interesante es que:

« (...) las síntesis de creencias (...) se construyen a partir de conjuntos de experiencias obtenidas en el seno de grupos sociales más reducidos que comparten contextos interactivos próximos al individuo. Por ello, encontramos cierta convencionalización también en las creencias, ya que las personas dentro de un grupo tenderán a compartir las mismas».
(Rodrigo, 1993, p. 114)

Sin olvidar que:

(Rodrigo, 1993, p. 115)

Pozo6 (2003) incluso sugiere un proceso que lleva de lo implícito a lo explícito, y a su vez a lo implícito, siguiendo un modelo helicoidal. En el que la información interna o externa actúa sobre las representaciones mentales, tendiendo a lo que el autor denomina entropía negativa (orden).

Los estudios realizados por Rodrigo y Triana (1993) ya avanzaron una aproximación a lo que denominaron el conocimiento cotidiano. Siguiendo a estas autoras, las creencias individuales encierran teorías implícitas, ocultas en una organización social. Lo que llevaron a cabo consistió en confrontar ese tipo de contenido implícito con otro de carácter explícito. Para así llegar a unos resultados que demostraban una interesante relación entre lo implícito y lo explícito, lo que hay en las creencias con lo que hay en el conocimiento explícito o científico. Lo que, de manera muy importante, viene a justificar: por un lado, un foro de participación de las familias en los centros escolares, y, por otro, la participación de las familias en la toma de decisiones en los centros escolares donde sus hijos aprenden.


1Moscovici, S.; Mugny, G.; Pérez, J.A. (Eds.) (1991): La influencia social inconsciente. Barcelona, Anthropos
2Rodrigo, M.J. y Palacios, J. (coords.) (1998): Familia y desarrollo humano. Madrid, Alianza
3Cecchini, M. (1969) (trad. Benítez, M. E. (1986)): Luria, Leontiev, Vigotsky. Psicología y Pedagogía. Madrid, Akal
4Bronfenbrenner, U. (1987): La ecología del desarrollo humano. Barcelona, Paidós
5Rodrigo, M.J.; Rodríguez, A.; Marrero, J. (1993): Las teorías implícitas. Una aproximación al conocimiento cotidiano. Madrid, Visor
6Pozo, J.I. (2003): Adquisición de conocimiento. Madrid, Morata

5 comentarios:

  1. Perfectamente argumentado y fundamentado. Tal como dentro de la misma teoría constructivista plantean autores como Bereiter o Bruner, por no citar la psicología cultural, que tan buenos análisis nos está haciendo sobre este tema, el aprendizaje antes que individual, es social, y por tanto se construye en comunidad. Cada sujeto hace su propia apropiación a partir de su experiencia en ese entorno socio-cultural en el que se construye el conocimiento. Por este motivo el conocimiento de "lo escolar" no ha modificado mucho sus postulados, ya que la construcción social y cultural de la escuela, sigue anclada en postulados corporativos y autoritarios. Esta relación es la que hay que romper, devolviendo (o construyendo) coherencia en la escuela. Esto es, convirtiéndola en un espacio de construcción compartida y pública de sentido. Tal como tú mismo planteas.

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  2. La escuela, se quiera o no, es un sistema abierto. La cuestión, como bien señalas, es que tratan de que siga siendo cerrado, pero, como cualquier cultura organizacional, bebe de su entorno, a través de una capa muy porosa. Cuanto más se trate de sellar esa membrana permeable, más estéril resulta la labor educativa de la escuela, y menos rendimiento se produce en el intercambio de conocimiento. Es decir: los aprendizajes se van haciendo más situados (Bruner) y la utilidad social se va empobreciendo.
    La pena es que la imposición es vertical (perogrullo, sí) y no hay conciencia de la influencia imprescindible entre escuela y familia, y demás agentes educadores. Nuestra cultura nos impregna.

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  3. Hola buenas tardes mi entrada era saludarte y después poner este enlace http://www.youtube.com/watch?v=-1Y9OqSJKCc La Educación Prohibida y que puede ser de interés
    un saludo

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    Respuestas
    1. Hola! He visto la película que mencionas. Creo que en su escenografía exagera la escasa libertad del alumno y del maestro. Podría coincidir en que la escuela podría ser mejorada, y el propio sistema educativo, pero disiento profundamente en los planteamientos de quienes se manifiestan en la película, y en el fondo del mensaje.
      Desde mi humilde opinión, la mejora del sistema educativo ha de ser progresiva, adaptada a los cambios sociales, y para todos los alumnos, todos y cada uno de ellos. De hecho, no me gusta esa película porque propugna una educación clasista, sobre todo dirigida a las élites, desde el momento que apenas hace mención a la mayoría de la población: humilde, sin recursos.
      Un saludo

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  4. La educación prohibida señala muchas cosas interesentes, no dejeis de verla. de verdad

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