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3 de enero de 2013

Renaciendo εις τελος (hasta el fin)


Con sus labios pronunció la lluvia, de las yemas de sus dedos arrancó los surcos, por su mirada el Sol se estremeció. Lejos del mundo, implacable en sus ademanes, con borrachera cosechada en las fauces de Deméter. Lejos. Las estrellas, absortas, se alejan y el ser se endiosa. La sorpresa aniquila el proceso creador para escudriñar la lujuria que produjo la tierra, cada vez más lejos. Carne, placer y hambre se funden en el ser divino que es aireado por Eolo, en calma chicha, sin furia. Las cosas se estremecen, las ideas nacen. Nada será como antes, acaso igual al mismo tiempo.
Las arrugas prolongan la superficie de su cara, cual fractal al contraluz. Nadie habría sido capaz de descubrir su aletargada vida de no haber escudriñado en su conversación, fresca, nauseabunda de candor. Rendida ante los años, suspira espuria, intacta ante el caos, gélida y mortecina en los recuerdos. Su voz, desprende cuantos de luz, cambios de presión en su mirada. Las puertas de Hades se le antojan pequeñas, ni como uva pasa. Díscolos los dedos artríticos, se flagelan entre sí, atenazando la vida, de nuevo en un suspiro. Y ella nunca reniega, cabecea, sin bramar, angustiosa en su falta de soledad, ahora que quiere estar sola.
Las rosas no se inventaron, las tormentas, tampoco. La paz no consiste en un destello. El alumbramiento clama por la locura soñada al anochecer, pero el silencio acuna el rostro de los miserables. La paz no llega, el amor se niega, y las almas no existen. Todo bajo un fulgurante lodazal que inunda nuestras conciencias y nos arrebata el arte. El volcán, sus efluvios, y el magma de las estatuas de los irredentos. Y átomos, y venga átomos.
Misterios que no se resuelven, matemáticas de Göedel, y economía para impíos. En un mundo que nos pertenece sin derecho. Una realidad que nos devora como Cronos. Así seguimos, en la caverna.
Voraces de amor, de conocimiento, de comunicación, seguimos medrando. Alejados, muy alejados, cercanos por la falta de contacto real, cuántico. Cuando el sentido común nos hace sentirnos vacuos, eternos sin embargo en el cosmos que inventamos en nuestra paupérrima capacidad mental. ¿Cuándo? Ni lo sabemos, lo intuimos, sumidos en evidencias de un isótopo de carbono en semidesintegración, o eso creemos. Pero aún es peor si no lo creemos, pues otros nos alienarán con sus fábulas divinas. Mas, no quisiéramos enquistarnos en nuestra condición. ¡Qué bello sería no necesitar tanta explicación! Si todo fuera bello, bastaría con contemplarlo, pero nuestra cueva se estremece al oírnos, y nosotros con ella. Vómito de luz, paroxismo. Nada es más que cero, pero cero es nada.
Sólo una señal: me toco, sin contacto. El triunfo cuántico, y me pregunto: “¿Por qué la teoría de cuerdas, por qué el multiverso, si ni siquiera sé cómo es el alma humana?”. Todo es el principio, todo cambia, todo se mueve.

1 comentario:

  1. Maravillosa entrada. "La unica certidumbre es que todo es incierto" (W. Heisenberg)

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