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5 de julio de 2017

No hace falta ser cristiano

San Agustín (Fuente)
¿Habéis oído hablar del plagio? ¿Qué os parece? En realidad, hay formas para darle la vuelta. Desde el punto de vista periodístico y cuando concierne a una primicia, es posible que tal primicia se la atribuyan simultáneamente varios medios, aunque lo habitual es que la primicia solo tenga un padre o una madre. No sé si tanto por usual como por definición de primicia. Luego, la capacidad de difusión puede obrar el milagro de múltiple atribución, e incluso más: que quien mejor cubra la noticia se convierta en referente, independientemente de que ese medio fuera el primero o no en dar la noticia.

El asunto se complica cuando no se trata únicamente de referir un suceso, sino de desarrollar un argumento. Así se trate de pasajes literarios o así aborde un sesudo análisis político. Siempre se destapa alguno de estos plagios. Con suerte, algunos son reconocidos y otros, la mayoría de las veces, acaban en litigio entre autores y plagiadores. Es decir, estamos extendiendo la idea de plagio a ámbitos muchos más amplios que el periodismo: desde las creencias más básicas hasta la erudición más elaborada.

El caso es que, llegue a litigarse o no, existe un método que suele ser efectivo: consiste en liar todo, en embadurnar los argumentos con sofismas y proposiciones ambiguas. De esta manera, cuanto mayor es el número de miembros que simpatizan con la organización o el individuo que defiende tales argumentos, mayor será el apoyo que tendrá, sean propios o no esos argumentos. Incluso si no se ajustan a la verdad.

Vayamos con un simple ejemplo: tengo amigos católicos que cuestionan algunos preceptos de la Iglesia y a la mismísima Iglesia como institución. Sin embargo, más allá de las creencias, reconocen que existe algún poso en su interior que les lleva a seguir considerándose cristianos (no todos dicen considerarse católicos). Para lo cual aducen que Jesús fue un personaje histórico (y yo no soy quién para negarlo) y que, independientemente del rollo trinitario (si es hijo de Dios, o es Dios mismo, o…), creen en Él y en sus enseñanzas, y entonces recalcan el valor altruista del amor. Ya sabéis: amor al prójimo, puesto que «Dios es amor». Y yo, que les tengo por buenas personas, no dudo de ello. Ahora bien, no hace falta ser cristiano para seguir este mandamiento. De hecho, aquí tenéis una breve aproximación a esta norma (moral, aunque suene redundante), que viene datada al menos varios siglos antes de Jesús y que suele conocerse como regla de oro.

Sí, bueno: además, está el rollo ese de la cultura.

Plagio o no, será cuestión de cada cual,
sin menoscabo de la propiedad intelectual.


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