21 de noviembre de 2016

De Caronte a la Luna

“Dos ratoncitos cayeron en un cubo de nata; el primer ratón enseguida se rindió y se ahogó, el segundo ratón decidió pelear, y se esforzó tanto que finalmente transformó la nata en mantequilla y consiguió escapar. Caballeros, desde este momento yo soy ese segundo ratón”, Frank Abagnale (Christopher Walken) en Atrápame si puedes


Caronte y Plutón (Fuente: NASA)

Es conocido uno de los métodos para averiguar si un huevo está cocido o no, que puede ser útil para no volver a cocerlo antes de preparar unos deliciosos huevos rellenos. Ese método consiste en hacer girar el huevo del que tenemos dudas sobre su cocción junto a otro que sabemos que está cocido: el cocido girará a mayor velocidad, con menor vaivén y por más tiempo (si ambos son cocidos, manifestarán similar comportamiento al girar). Sucede así porque, aunque apliquemos un par de fuerzas a la cáscara, el interior del huevo crudo es suficientemente elástico (fluido y viscoso) como para no girar a la vez que la cáscara, hecho que produce retardo, fluctuación y menor velocidad en el giro del huevo crudo en su conjunto respecto al huevo cocido, que gira prácticamente con sus moléculas al unísono. El secreto no está en la masa, como rezaba aquel eslogan de una cadena de pizzas, sino en el centro de masas, que es en torno al que gira el sistema llamado huevo. Así, en general, si el centro de masas está alejado del centro geométrico, el giro será excéntrico.



Ahora pensemos en un tarro de miel poco lleno y que acabamos de calentar al baño maría: la miel gana en fluidez y pierde en viscosidad al elevar su temperatura. Ahora, con cuidado, introducimos el tarro con la miel en un barreño con agua fría y lo vamos girando alrededor del eje longitudinal del tarro (cilíndrico). Basta con ir girándolo lentamente con el dedo. Al cabo de escasos minutos, será más difícil hacer girar el tarro a medida que la miel va recuperando viscosidad e, incluso, va llegando a cristalizar. Mientra la miel era más fluida, centrifugaba manteniendo aproximadamente el centro de masas sobre el eje de giro; pero al enfriarse, se habrá ido apegotonando más en una zona que en otra del frasco. Necesitaremos más esfuerzo con el dedo para hacer girar el frasco; si mantenemos el mismo esfuerzo (aplicando el mismo par de fuerzas con el dedo), el frasco  detendrá su giro, con una zona con más masa de miel sumergida baja la línea de flotación. Visto desde arriba, veremos fija una parte del tarro. Visto desde abajo, desde dentro del barreño, veremos fija otra parte del tarro.



Bueno, pues ahora imaginemos que lo hubiéramos hecho con un tarro esférico. Vayamos un poco más allá y pensemos que ese supuesto tarro esférico era la Luna rotando sobre sí misma hasta que se fue enfriando, no en contacto con agua fría, sino en el frío espacio exterior, y dejó de ser una enorme bola incandescente. Mientras la Tierra rota, seguimos viendo la misma cara del tarro con miel enfriada; mientras la Tierra rota, seguimos viendo la misma cara de la Luna (enfriada al cabo de unos poco miles de millones de años).

Las masas de estos objetos se atraen: la masa de la Tierra y la miel del tarro, y la masa de la Tierra y la de la Luna (por su parte más “apegotonada”). Pero la masa de la Tierra es mucho mayor en cada caso.


Lanzamiento de martillo (Fuente)
No sé si habéis cogido la pala alguna vez. O si habéis lanzado algún fardo pesado, como, qué se yo, una bolsa de basura al contenedor. Os puede resultar familiar el lanzador de martillo si nunca habéis hecho algo similar. Las masas de esos objetos (pala cargada, bolsa de basura, martillo de atletismo) son inferiores a las del cuerpo humano, pero en los tres casos se aprecia una tendencia del cuerpo a girar provocada por la masa de cualquiera de esos objetos, pero no una tendencia a girar sobre el eje vertical que va de la cabeza a los pies, sino sobre un eje desplazado del cuerpo, en torno al que el propio cuerpo tiende a girar; es decir, que ambos objetos (llamamos objeto al cuerpo humano si os parece) tienden a rotar, pero no sobre sí mismos, sino alrededor de un eje entre ambos.

Pues parece ser que eso es lo que le pasa a Plutón y a Caronte. Y lo que, al cabo de unos cientos de millones de años, podría pasarle a la Tierra y a la Luna, una vez que nuestro planeta deje de rotar sobre el eje polar y pase a hacerlo cara a cara con la Luna. Porque, ahora mismo, para un observador en la Luna, la Tierra no tiene cara oculta.


Cara oculta de la Luna (Fuente)

Observación: Lo que acabo de contar no es más que una explicación de andar por casa, pero confío en que haya contribuido a comprender mejor por qué no tiene nada de místico eso de la cara oculta de la Luna. Pero tiene su aquel, ¿verdad?