El cuento es la "La escuela del papagayo", extraído de Tagore, Ranbindranath (1943, pp. 63-81): La escuela del papagayo y alocuciones en Shanti Niketan. Barcelona, Ed. Cervantes. Podéis encontrar su lectura en Internet AQUÍ, (búsqueda en Google Books realizada el 16 de junio de 2013) de Tiana, Alejandro y otros (2002, pp. 211-213): Historia de la educación (edad contemporánea). Madrid, UNED
El
cuento fue escrito en el contexto del colonialismo británico de la
India. Aunque los ingleses impusieron su modelo de educación
colonial –un modelo occidental de educación orientada
a la producción-,
el autor va más allá en este texto. Tagore propugnaba rescatar la
enseñanza tradicional de la India introduciendo algunos cambios,
pero el cuento es un mordaz alegato a favor de la naturaleza inocente
del niño, en una clara reivindicación del paidocentrismo
que
alentó Rousseau en su Emilio1.
La metáfora de Tagore se basa en la traslación del paidocentrismo al “ornitocentrismo”. Como un niño a quien le gusta jugar, al pájaro le gusta cantar. Si bien, ambos no saben nada de memoria. Pero, ¡ay!, el poder necesita gente de provecho y supone que el provecho no se encuentra en la ignorancia –dando la vuelta a la ironía del rajá («...el rajá pensó para sus adentros: Al fin y al cabo la ignorancia resulta cosa muy provechosa...»)-.
El problema es que el poder prescribe qué se debe enseñar sin consultar a los que saben (aunque parezca hacerlo); el poder impone la educación a su conveniencia. Algo que sin duda, en mayor o menor medida, se ha venido haciendo desde antes de Rousseau hasta la actualidad incluso en Occidente, pues no se puede separar la ideología del sistema educativo.
El texto plantea un segundo problema: el rajá delega el asunto educativo a sabios (pandits), quienes, supuestamente, realizan un estudio y una confrontación de ideas. Pero, ¿sobre qué? ¿En qué se apoyan? No hacen la más mínima observación inicial, abordan el problema sin conocer las posibilidades del individuo, del papagayo. Se rinden a la mera disertación especulativa y por eso creen –creen saber, pero sólo creen- lo siguiente:
- Que lo más importante es que el edificio de la escuela (jaula) sea lo más bonito y valioso posible, y no caen en la cuenta de que ese continente2 no condiciona suficientemente al alumno y que, incluso –desde la perspectiva de Tagore y los promotores de la Escuela Nueva-, esa edificio puede llegar a convertirse en prisión en cuanto a que niega al niño su desarrollo en un ambiente natural. Al niño le impide jugar y actuar como le impide volar al pájaro.
- Que también son convenientes los libros3, a docenas, de cualquier tema, de lo que sea... Sepa o no sepa leer el niño, pueda asimilar o no la materia,... Como si no fuera necesario saber de dónde parte el niño, en qué nivel de desarrollo se halla. Y, por otra parte, ¿esto es lo que necesita el niño (el papagayo)? ¿esto es lo que interesa al niño? El papagayo no rechista: «La garganta la tenía tan atiborrada con las hojas de los libros que trataba de digerir que apenas podía musitar una palabra,...»; ha perdido su inocencia y espontaneidad: «...y mucho menos cantar».
- Que si el niño se queja, merece un castigo, por ingrato: necesita disciplina (no sólo como organización de su vida), pero una férrea disciplina (que encadene sus alas de libertad)
Sólo al final, cuando el individuo es víctima de la enseñanza impuesta, y sólo entonces, el gobernante se da cuenta de su error.
La naturaleza sigue.
1 En esta obra (considerada precursora del movimiento pedagógico de la Escuela Nueva) nace la consideración paidocéntrica de la educación, sobre todo a partir de la idea fuerza que Rousseau expresa así: «el hombre es bueno por naturaleza». Esta afirmación (de histórico recorrido previo, sin duda) sentará las bases de la posterior filosofía de la educación. Pero, además, es una de las contribuciones más notables a la muy ulterior Declaración de los Derechos del Niño de 1959 (tristemente incumplida a cada minuto incluso hoy en día).
2 Quien dice continente, dice no sólo instalaciones magníficas, sino medios audiovisuales a la última, profesores nativos de cualesquiera idiomas, uniformes con escudo y un sinfín de envoltorios aparentemente identificativos de un centro educativo y aun de un sistema educativo.
3 Los libros (o el texto o el verbo por encima de todo, logocentrismo) como algo preeminente, en su concepción de conocimiento declarativo, como si no existiera el conocimiento procedimental o careciera de valor.