Alegoría de la inteligencia. Cesare Dandini |
«Sintió escalofríos al otear la desolación, con esa certeza absoluta de creerse el ser más inteligente sobre la faz de la tierra. Su capacidad para comprender el final, para vaticinarlo, para provocarlo, para pergeñarlo durante años... Para ser dueño y señor del Mundo. Ciento cuarenta mil años habían bastado para proclamar al ser humano como el súmmum de la creación y desde la cumbre de la depredación por fin se despojó de la afectividad.
Suyos eran todos los recursos. Todas las riquezas naturales y la obra cultural de siglos. Todo era suyo. Y de nadie más. Podía hacer y deshacer, pulsar un botón y disponer de cuanto quisiera, incluso crear especies nuevas. Tantos esclavos como quisiera. Todo a su servicio. Hasta el tiempo. Clones incubados, tejidos y órganos para una eternidad sin tropiezos. Todos los sistemas de regeneración orgánica que su autodenominado cerebro de Boltzmann era capaz de crear, cuantas veces fuera necesario...»
Todo tan improbable, todo tan falaz, como la más potente de todas las inteligencias, múltiples, cristalinas o como cojones quisieron llamar durante años a esa capacidad, virtud o lo que fuera que etiquetaba a un individuo para compararlo con otros de la misma especie. Mientras, miles de otras especies habían continuado existiendo durante millones de años, sobreviviendo a ese ser tan narcisista que crecía en número aniquilando los recursos y se erigía sobre montañas de cadáveres a los que consideró inferiores, siendo tan humanos como él.
Ahora el desprecio toma nuevas formas, y cobra víctimas como siempre: como pretenden que sea la sociedad del conocimiento (y se queda en la sociedad de la información –o desinformación–), los grupos poderosos tratan de fijar unos estándares y, si no, unos patrones, mediante los que filtrar “quién vale de quién no vale”. Desde la mera opinión hasta el voto: “como no lee, es un borrego y vota dejándose llevar por los sentimientos o por los sesgos cognitivos”. Pasando por la procedencia de las familias, pues aún se puede escuchar alguna vez: “¡Es que 'cuidao' con los Sánchez! No se puede hacer carrera de ellos”, comentan algunos profesores de la enseñanza obligatoria y aun de la Educación Infantil. Tremendo. Personas que son señaladas desde que interaccionan con los demás. Porque, ojo, ¿dónde quedó lo de “un hombre, un voto”?, ¿dónde olvidamos que la educación es un derecho fundamental para, entre otras cosas, garantizar el acceso a la cultura de todas las personas?
No seré yo quien recomiende no leer, no estudiar, no esforzarse por ser mejores, cada uno. Contad conmigo para animar a las personas a que saquen lo mejor de sí mismas, a que lo compartan, a que cooperen para hacer un entorno mejor... Pero no contéis conmigo para desdeñar a quien no conocéis. Si sois tan inteligentes, no contéis conmigo, yo no lo soy.