Estábamos jugando con las palabras cuando apareció “cucaracha”. A mi hijo le hacía gracia su sonido y enseguida la asoció a la célebre canción en que este bicho ya no puede caminar. Momento en el cual se desternillaba como si hubiera encontrado un chiste a los cuatro años, su edad. Pero, de repente, paró de reírse y me preguntó: “Papi, ¿por qué no somos cucarachas?”.
Mi respuesta trató de ser cautelosa y poco categórica: “Porque tu mamá y tu papá no son cucarachas, hijo. ¿Te imaginas que nosotros fuéramos cucarachas?”. Admito que fue una respuesta con trampa, en tanto en cuanto incluía implícitamente parte de su pregunta. Sin embargo, surtió efecto: “Sí, me lo imagino: tendríais antenas, tendríais muchas patas y … Papá, ¿las cucarachas vuelan?”. Cuando digo que surtió efecto, me estoy refiriendo a que pude zafarme de una retahíla de porqués, pero no pude zafarme del cinturón de seguridad y comerme a besos a mi hijo hasta que dejamos la autovía.
Ya estaba preparándome para tirar de las vagas nociones sobre nuestra evolución homínida. Entre mi hijo y yo suele datarse desde la aparición del Autralophitecus, un simpático ser que “surgió hace millones de años, mucho después de la extinción de los dinosaurios”, y cuyo “esqueleto fósil” hemos podido contemplar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid). Y no fue necesario volver a disfrutar del primer capítulo de la serie “Érase una vez... el hombre”.
A decir verdad, no deja de ser una narración. No es ciencia, pero es literatura basada en hechos científicos, que, al fin y al cabo, parece corresponderse más con la realidad que lo narrado por el Génesis, ¿no les parece?
Podría haberle dicho que somos hombres, hechos a imagen y semejanza de un ser sobrenatural que llaman Dios, que dicen que nos puso en la Tierra. Después de haber puesto a las cucarachas y a otros animales. Pero prefiero que siga haciéndose preguntas hasta que algún día descubra que cucarachas y humanos tuvimos algún ancestro común (supongo que un ser unicelular). Quizá entonces se pregunte si ese ancestro sería a imagen y semejanza del tal Dios. O quizá trate de ir más allá y llegue al origen del Universo. No lo sé.
Además, tampoco somos para tanto los humanos: apenas llevamos unos cientos de miles de años por aquí, mientras que las cucarachas llevan millones de años. No creo que lo preguntara por eso.
Unos días después he averiguado que lo que le preocupaba es que la cucaracha no pueda caminar porque le faltan, porque no tiene, las dos patitas de atrás.
Tan breve como delicioso.
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