Es
sencillo criticar sin aportar soluciones. Casi siempre criticamos de esa forma porque no conocemos las soluciones o porque
nos es imposible ponerlas en práctica. Sin embargo, hay quienes pueden aportar algo y no lo hacen. Acaban cayendo en la
crítica destructiva, la que vende, la que saca las emociones de las
entrañas, pero sin aportar nada. Veamos que la trayectoria a
seguir es compleja.
“Yo
pegué un tiro al aire, cayó en la arena”, cantaba Camarón por alegrías. Haríamos bien en
prevenirnos de los disparos al aire, al menos por dos razones: porque
siempre y cuando no supere la velocidad de escape (la que situaría
al proyectil fuera de la órbita terrestre), lo que se lance hacia
arriba acaba cayendo; y porque, aunque la fricción contribuye a
frenar su velocidad, el objeto lanzado vuelve a tocar suelo casi con
la misma velocidad, pero a mayor temperatura.
Cualquiera
puede hacer la prueba con una simple piedra, aunque apenas apreciará
diferencias entre las condiciones de subida y de bajada (velocidad y
temperatura). Sin embargo, tendríamos que distinguir dos tipos de
lanzamientos: los que no tienen componente horizontal de los que sí
la tienen. En ambos tipos de lanzamiento (sin alcanzar la velocidad
de escape), los proyectiles acabarían cayendo. En el caso del
lanzamiento vertical, podríamos despreciar la desviación frente a
la normal. Pero en el resto de lanzamientos, con alguna desviación
hacia la horizontal, la trayectoria de caída describiría una
parábola.
En ambos casos hemos de considerar, como casi siempre, dos
variables: el espacio y el tiempo. Tanto una como otra de estas
variables juegan a nuestro favor para prevenir los daños de la
caída: cuanto más fuerte es el impulso, más tiempo tarda en caer
el proyectil y más tiempo tenemos para alejarnos (espacio) de su
impacto de vuelta o parapetarnos (bloqueando, “poniendo espacio de
por medio”). Pero en todo caso, para protegernos hemos de conocer
que caerá y, por supuesto, dónde y cuándo caerá. Nos hace falta,
pues, información.
Pero
el quid está en que el lanzador tenga conocimiento de lo que
hace. No siempre es suficiente con que advierta de su lanzamiento ni
de su ulterior caída. Es necesario además que conozca cómo se
comportará el proyectil en su trayectoria para que al menos sepa a qué atenerse en la caída. Pero también es importante
que quiera comunicar su información para advertir a otros, si sabe
comunicarla -claro-.
En
muchos casos es suficiente con informar de dónde y cuándo caerá,
pues a las personas afectadas les suele valer. Pero en algunos otros
casos no es tan sencillo que pueda conocer con suficiente precisión
las condiciones de caída o siquiera si el proyectil puede encontrar
obstáculos en su trayectoria. Entonces el lanzador, si quiere
prevenir daños, debe solicitar ayuda a otras expertos: que conozcan
la dirección del viento, la existencia de obstáculos, etc. Por
tanto, teniendo en cuenta otra vez el espacio y el tiempo, cuando más
distancia (espacial y “temporal”) se prevea entre el lanzamiento
y la caída, más conocimiento es necesario reunir sobre las
condiciones de la trayectoria.
Si
esto es así de complejo para una acción aparentemente tan simple,
me pregunto lo complicado que puede llegar a ser decidir y tomar una
acción de gobierno, especialmente si, como se supone, esta acción
no pretende causar daños.
Cuando
la crispación política se instala en la sociedad, la ciudadanía
recela de los políticos que gobiernan. Es comprensible. Aparte de
las lícitas dudas que nos surgen por la imperdonables inmoralidades
(e ilegalidades en algunos casos) en que pueden caer las personas que
ostentan la responsabilidad de gobierno, podríamos preguntarnos si
las decisiones que toman siempre son tan catastróficas como algunos
nos hacen creer. Probablemente esos agoreros tengan intereses propios
que rara vez casan con los más comunes. Y a la inversa: es probable que haya aduladores con intereses propios, bastante alejados de causas comunes
que ellos tratan de santificar cínicamente.
En todo caso, y suponiendo que hubiera expertos que supieran aconsejar a los gobernantes que lanzan decisiones que caerán sobre nuestras cabezas, ¿cuándo y cómo asesoran? Y, si no lo hacen, ¿por qué negarse a brindar sus esfuerzos o conocimientos para que las decisiones de gobierno fueran las más beneficiosas para todos?
La
política es cosa de todos, qué le vamos a hacer.
Diferentes sería si las decisiones hubieran estado tomadas de antemano y no nos encontráramos ante simples lanzamientos, sino ante proyectiles teledirigidos.
¿Ustedes qué creen?
Diferentes sería si las decisiones hubieran estado tomadas de antemano y no nos encontráramos ante simples lanzamientos, sino ante proyectiles teledirigidos.
¿Ustedes qué creen?
Suponiendo que las cosas no fueran teledirigidas... mucho suponer... nos podemo dar por jodidos. Los que saben algo callan como p... Esto es la jungla. Cada vez lo tengo mas claro
ResponderEliminarBuen post
Que se hunda el pais que ya lo levantamos nosotros dijo aquél. La deuda (pelotazo palante) es una de esas balas.
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