Se
encuentran por la Red páginas sobre esoterismo y magias varias. Al
igual que páginas de remedios universales con tradición milenaria.
Son estos y muchos otros cuentos de hadas los que soportan eso que
llaman movimiento de la nueva era. Uno hace esfuerzos por no
sonrojarse, pero cuesta. En cierta ocasión le pregunté a alguien
por qué escribía con diéresis1
la palabra “antiguos” (¡”antigüos”!) y
su respuesta fue automática: “¡Ah!, porque siempre lo he escrito
así”. ¡Y es que hay cada elemento!
(Advertencia
a los nuevos lectores de este blog:
ruego
me disculpen si en algún pasaje
encuentran el tono excesivamente
socarrón;
me
parece el más indicado para denunciar magufadas)
Como los
griegos establecieron que había cuatro elementos, y de eso hace
muchos años, ¿por qué no seguir con esa idea? Si se lo cuentas a
un niño de unos cuatro años, se lo cree: “Claro: el agua para
mezclar todo, porque todo está hecho de tierra, que, si se calienta
con fuego, se puede quedar duro, y lo que sobra... pues será aire”,
replica mientras hace volar su avión de juguete por “lo que
sobra”. Hemos de admitir que no interpretar el modelo de los cuatro
elementos como una alegoría supondría caer en la falacia del
historiador, pero interpretarlo hoy en día como un modelo
explicativo de la naturaleza sería totalmente erróneo. Téngase en
cuenta, además, que la palabra “elemento” procede del latino
“elementum”2,
posterior al griego clásico hablado por Tales de Mileto. Quien
parece que fue el precursor de tales -no podía evitarlo-
interpretaciones al suponer que el principio de todas las cosas
(arché) era el agua3.
Pero
hete aquí que llega Cavendish en 1781 y consigue producir agua a
partir de otras dos sustancias (hidrógeno y oxígeno, bautizados
ambos unos años más tarde por Lavoisier, aunque el hidrógeno ya
fue identificado como sustancia discreta por Cavendish en 1766). ¿Qué
pasa? –os preguntaréis–
¿qué el agua deja de ser uno de los cuatro elementos? Pues no; el
agua sigue siendo uno de esos cuatro elementos “de toda la vida”.
Como la astrología, los chacras, el tarot y los alienígenas que nos
obsequiaron con las pirámides de Egipto (miles de páginas en
Internet). Sí, amigos, erraréis si os creéis esa milonga de que la
molécula de hidrógeno es un compuesto de dos átomos de hidrógeno,
el elemento químico más “pequeño” conocido, y acaso el más
abundante en el Universo –conocido–.
Como se equivocó Julio Verne, pero, claro, es ciencia-ficción:
“Sí, amigos míos, creo que el agua se
usará un día como combustible, que el hidrógeno y el oxígeno que
la constituyen, utilizados aislada y simultáneamente, producirán
una fuente de calor y de luz inagotable y de una intensidad mucho
mayor que la de la hulla”4.
Pero, en
realidad, este post no persigue convenceros de nada. No es este
humilde servidor –no estoy hablando
de hosting–
quien habla de oscurantismo. Ahí tenéis a los astrofísicos de la
NASA que sospechan que el Universo es oscuro5
en un 95 %.
Increíble,
¿verdad? Podéis creer e incluso soñar con lo que queráis, que los
sueños, sueños son. Pues,
como escribió Shakespeare (unos años antes que Calderón): “Somos
de la misma sustancia que los sueños,
y nuestra breve vida culmina en un dormir”6.
Frase que, al parecer, transformó John Huston sobre la novela de
Dashiell Hammett para redondear el final de El
Halcón Maltés: Le
preguntan al detective privado Sam Spade (Bogart) de qué es el
halcón y este responde: “Del
material con que se forjan los sueños”.
Esa
figurita de incalculable valor estaba hecha de oro. Pero, como
sabéis, no es oro todo lo que reluce: “(...)
que unos son de oro, otros de alquimia (...)”7,
le dice don Quijote a su sobrina para prevenirla de los que no son
verdaderos caballeros. Y probablemente, aunque confiéis a ciegas en
los designios de las doce (o trece) constelaciones zodiacales, sí
que habréis supuesto que hay muchas más estrellas en el Universo. Y
que lucen y relucen, sin ser oro. Bien, pues allá vosotros si creéis
que están compuestas básicamente de dos elementos mucho más
ligeros como son el hidrógeno y el helio. ¡Cómo se puede afirmar
siquiera que el hidrógeno constituye aproximadamente el 74 % de la
masa bariónica8
del Universo? Cabe la posibilidad de que sea un complot iniciado
precisamente por Cavendish: primero descubre el hidrógeno y luego
urde un plan para calcular la densidad de nuestro planeta9,
¡cómo si eso fuera posible! El resto ya lo sabéis: ¡Hala, a pesar
las estrellas y otros objetos siderales!10.
Mas lo
que nos había traído hasta aquí no era conocer cuánto pesan los
astros, aunque esté relacionado, sino conocer de qué materia
(bariónica, recordad) está hecho el Universo. Si aún no habéis
desechado la idea de los cuatro elementos de la Antigüedad, sabed
que no era la única doctrina acerca de la composición de la physis
(Naturaleza): Primero Leucipo, luego Demócrito y después Epicuro,
fundamentalmente, sostuvieron que la materia estaba compuesta por
átomos (“sin partes”, indivisibles, los objetos más pequeños).
Nos podía haber dado por tomar ese camino, ¿verdad? Ya, pero ese
camino, aunque igual de especulativo, no estaba tan en boga cuando el
helenismo que precedió a Alejandro Magno entró en contacto con las
religiones orientales y egipcias. Especialmente esta última. Así,
en la dinastía ptolemaica es dotado de nuevas ínfulas esotéricas,
a partir de la mezcla de diversas sustancias para ceremoniales
religiosos (que ya se venía haciendo desde la época de Keops según
algunos historiadores).
Quiero
hacer un paréntesis importante porque acabamos de llegar a la piedra
angular del post. Acabo de referirme al carácter esotérico
que se va añadiendo al modelo aristotélico de los cuatro elementos.
Bien, os presento otra palabra: “hermetismo”.
¿Asociáis alguna idea entre ambas? Fijaos a continuación en las
siguientes definiciones11
que da el diccionario de la Real Academia (http://www.rae.es/):
hermetismo. |
esotérico, ca. |
(De Hermes Trimegisto, nombre
griego del dios egipcio Tot, al que la tradición griega acabó
atribuyendo conocimientos esotéricos sobre magia, alquimia y
astrología). |
(Del gr. ἐσωτερικός). (έσώτερος [AFI /e'so:teros/]: «dentro, desde dentro, interior, íntimo»; unido al sufijo «–ismo») |
1. m.
Cualidad de hermético (‖ impenetrable, cerrado). |
1.
adj. Oculto, reservado. |
2. m.
Doctrina filosófico-religiosa basada en los escritos atribuidos a
Hermes Trimegisto, sobre conocimientos esotéricos y de alquimia. |
2. adj.
Dicho de una cosa: Que es impenetrable o de difícil acceso para
la mente. |
3. adj.
Se dice de la doctrina que los filósofos de la Antigüedad no
comunicaban sino a corto número de sus discípulos. |
|
4. adj.
Dicho de una doctrina: Que se transmite oralmente a los iniciados. |
Sobre la
superación de este tratamiento hermético o esotérico iré
refiriéndome a partir de ahora. Pero confío en que ya habréis ido
sacando alguna conclusión. Sigamos.
La
dominación romana en los albores de nuestra Era sigue bebiendo de la
tradición helena e incluso de sus últimas incorporaciones místicas
orientales y egipcias. Pero lo que realmente marca el devenir del
pensamiento desde entonces es la irrupción del cristianismo. En un
esfuerzo por racionalizar la fe, los padres de la Iglesia recurren
sobre todo a las ideas de Platón. Los presupuestos de otras escuelas
filosóficas no serán santificados con igual fervor, incluida la
aristotélica (o peripatética), y, en la mayoría de los casos,
serán relegadas al paganismo. La tradición alquímica emigrará
dentro del paquete peripatético hasta Persia, donde, con el
nacimiento del Islam, seguirá su transmisión de manera secreta
entre los intelectuales de la época. Y, de nuevo, con la expansión
Omeya, regresará al continente europeo siglos más tarde para
quedarse. El aristotelismo resurge en el medievo europeo de la mano
de la Escolástica (Tomás de Aquino) y sentará su doctrina sobre la
concepción del universo. Hasta el Renacimiento.
En esa
dorada época de resurgimiento intelectual, impulsada con el
perfeccionamiento de la imprenta por Gütemberg, la cultura
reivindica a sus clásicos y busca nuevas interpretaciones a los
textos que habían permanecido ocultos en monasterios. La Biblia
incluso, hasta el punto de reivindicar una interpretación por parte
de cada creyente, es traducida al alemán por Lutero. Fijaos hasta
qué punto se trata de vencer el poder tradicional de las élites
religiosas a lo largo de la Historia. Pero se siguen otros caminos,
que no necesariamente implican una lucha contra el poder establecido,
sino, “simplemente”, una búsqueda de explicaciones
satisfactorias sobre la complejidad del mundo. La Física de
Aristóteles no explica las nuevas observaciones de los astros
celestes tan bien como la nueva física mecanicista y nuestro mundo
dejará de ser el centro del Universo.
Mientras
la alquimia mantiene su camino hermético, una de las magnas
obras clásicas es rescatada de la reclusión monástica en
forma de magnífico incunable (1473): De Rerum Natura (“De la
Naturaleza de la cosas”), de Lucrecio (99 - 55 a. e. c.). Este
autor, gran seguidor de Epicuro, compone un poema de gran valor
literario y didáctico para que el hombre afronte una realidad en un
universo sin dioses y así también intentar liberarlo de su temor a
la muerte. Para lo cual propone la observación y el conocimiento:
“¡Somos
la diversión de unos terrores
Tan
frívolos y vanos! Desterremos
Estas
tinieblas y estos sobresaltos,
No
con los rayos de la luz del día,
Sino
pensando en la naturaleza”.12
Pero,
como fiel reflejo de la doctrina epicúrea, en De rerum natura
también se expone claramente la concepción de un universo
constituido por átomos:
“La
extremidad de un átomo es un punto
Tan
pequeño, que escapa a los sentidos;
Debe
sin duda carecer de partes:
Él
es el más pequeño de los cuerpos,
Ni
estuvo ni estará jamás aislado;
Es
una parte extrema, que juntado
Con
otras y otras partes semejantes,
Forman
así del átomo la esencia”.13
Esta
obra sirve de inspiración a filósofos de la época y a los primeros
científicos de la nueva ciencia (y hasta nuestros días),
especialmente a empiristas como Francis Bacon, quien tuvo como
principal “apoyo” (mutuo) a Robert Boyle (1627-1691). Este,
considerado por algunos el fundador de la Química14
moderna (como ciencia), no se acoge sin más a la doctrina atómica.
Aunque es el primero en referirse a los “elementos”, tampoco
tiene a bien aceptar sin más la tétrada elemental de agua, aire,
fuego y tierra. Boyle, denostado por el racionalismo europeo de la
época (Leibniz, Spinoza...), fue sobre todo un experimentador nato,
al que no le importaba tanto el descubrimiento de leyes universales
(aplicando la matemática) como la exploración de fenómenos:
“(...)
el proceder más seguro consiste en aprender mediante
experimentos particulares de qué partes heterogéneas constan los
cuerpos particulares, y por qué medios, sea el fuego actual o
potencial, se pueden separar de la manera mejor y más conveniente,
sin pugnar infructuosamente por forzar a los cuerpos a más elementos
de aquéllos con que la naturaleza los conformó o sin despojar a los
principios separados, dejándolos tan desnudos que, haciéndolos
exquisitamente elementales, se tornen laboriosamente inútiles”.15
De
manera documentada, fueron Paracelso (1493-1541) y después Boyle
anteriores a Cavendish en producir hidrógeno, pero, como apunté, no
fue otro sino Cavendish el primero en identificarlo como una
sustancia discreta. Boyle aportó la descripción por pasos y la
voluntad de difundir sus experimentos en un lenguaje común.
Cavendish supo interpretar que era un nuevo gas, pero no supo
explicar por qué reaccionando con otro gas producía agua. Tuvo que
llegar Lavoisier (1783) para desterrar la teoría del flogisto y
dar una explicación convincente de la producción del agua a partir
de esos gases (hidrógeno y óxígeno). Y para ello tuvo que hacer
mediciones precisas contando con todos los intervinientes en la
reacción: Cuánto pesan los reactivos, cuánto pesan los productos,
en virtud de una ley científica que, como no podía ser de otra
forma, venía corroborada por la experimentación: “En una
reacción química ordinaria la masa permanece constante,
es decir, la masa consumida de los reactivos es igual a la masa
obtenida de los productos”, dice la ley de la conservación de
la masa de Lavoisier-Lomonósov (Este descubrió años antes (1745)
que en una reacción química la materia se conserva, la masa inicial
es igual a la masa resultante). Otro apunte necesario para este post
(que se está alargando mucho) acerca de Lavoisier, fue el
descubrimiento de que los elementos que participan en una reacción
química, conservan cada uno de ellos su propia masa después de la
reacción. Este hecho fue verificado por Dalton (1804) y sirvió para
retomar definitivamente y para la ciencia que la materia está
compuesta por átomos.
Ahora
sí, la alquimia y los cuatro elementos de la Antigüedad pueden
seguir en las bibliotecas privadas de aquellos que dicen tener el
“secreto” y solo optan a compartirlo a cambio de la “voluntad”.
Es decir, a cambio de someter la voluntad de miles de personas
dispuestas a dejarse engañar a costa de enriquecer monetariamente a
cualesquiera iluminados de la New Age.
Quizá
os preguntaréis todavía el porqué del título de este post: “Un
solo protón”. Si las sucesivas alusiones al hidrógeno no han sido
suficientes, ahí van tres motivos que quizá sirvan para convenceros
(pero solo del título):
- Tradicionalmente uno de los sueños alquimistas era lograr la “transmutación” de metales: obtener oro a partir de otra sustancia, especialmente el plomo. Hasta el siglo XX no se ha sabido que es otro elemento casi tan denso y casi tan codiciado el que acaba siendo plomo: el uranio.Porque la transmutación de un elemento químico en otro obedece a un proceso físico, no químico; es decir, no es posible mediante reacciones químicas, en las que solo los electrones de las capas externas se intercambian; para cambiar de un elemento químico a otro hay que cambiar el número atómico; es decir, cambiar el número de protones. Hace falta al menos el cambio de UN SOLO PROTÓN.
- Recurramos al más que discutible principio de la Navaja de Ockham: “En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta”. Y quedémonos con esa “igualdad de condiciones”. Lo cual nos obliga a clamar por esa igualdad, por abominar del secretismo, del oscurantismo en que permaneció el conocimiento durante miles de años.
- De ahí que nos sirva como metáfora para acabar hablando del elemento químico más sencillo, el hidrógeno, con UN SOLO PROTÓN, y decir: “No siempre lo más simple encuentra su sitio y a veces acaba escapando”.¿Por qué hacemos este juego literario? Porque siendo el elemento químico más presente en el Universo, el hidrógeno representa un porcentaje inapreciable en la masa terrestre. Vale, supongamos que representa un porcentaje apreciable en lo que llamamos biosfera (10 %), sigue siendo bastante alejado del total del universo (74 %). Su principal presencia es en el agua (formando parte del compuesto agua y también disuelto en ella), y, por ende, también está en la mayoría de los seres vivos. También se encuentra en todos los compuestos orgánicos y en muchos inorgánicos, como algunos ácidos. Y, desde luego, también está en la atmósfera, como molécula, H2. Pero, dadas la características de nuestra atmósfera, se produce la fotodisociación del agua (vapor) en sus elementos atómicos, oxígeno e hidrógeno. Y a partir de los 60 km el hidrógeno atómico16 que no es ionizado escapa de nuestro planeta. Es poco, sí, pero esta vez no es UN SOLO PROTÓN.
Porque,
en resumidas cuentas, parece triste quedarnos con viejas concepciones
erróneas, por antiquísimas que sean, cuando en realidad, nuestro
Universo es mucho más antiguo... y más amplio que todos nosotros. ('Star Size Comparison')
¿Por
qué seguimos aferrándonos a supercherías? No tenemos respuesta, es
algo que, como el hidrógeno, se nos escapa.
Esta entrada participa en la XI Edición del Carnaval de Humanidades,
cuyo blog anfitrión es SCIENTIA
1 Nos
referimos al signo ortográfico que, salvo en poesía y por razones
de métrica, solo debe situarse sobre la letra “u”
en las sílabas “gue”y “gui”, para indicar que dicha vocal
debe pronunciarse. Fuente: RAE, Diccionario
panhispánico de dudas
http://lema.rae.es/dpd/?key=di%C3%A9resis
2 Se
desconoce un origen seguro de la palabra “elementum”. Hay
quienes sugieren su origen en el abecedario latino, partiendo de
este orden “eLe”-”eMe”-”eNe”. Se puede ver una discusión
curiosa en esta dirección
https://depalabra.wordpress.com/2007/01/23/elemento/
. En ese post no se comenta, pero hay quienes lo simplifican
arguyendo el sentido de “abecé” actual, según el DRAE:
“Conjunto de rudimentos o principios de una disciplina o ciencia”.
3 Al
que luego le fueron rectificando: Anaxímenes defendiendo que era el
aire, Heráclito, el fuego y Jenófanes, la tierra. Empédocles, en
un alarde de eclecticismo, prefirió quedarse con todos esos archai,
y eso le gustó a Aristóteles, quien, saltándose sus principios
empíricos una vez más, redondeó la faena añadiendo la
quintaesencia, a la que llamó éter. Sustancia física jamás
encontrada (véase experimento de Michelson y Morley), salvo,
quizás, por quienes antes han inhalado la sustancia química
llamada éter etílico o etoxietano.
4 Verne,
Julio: La isla misteriosa, edición html en
http://www.librosgratisweb.com/html/verne-julio/la-isla-misteriosa/index.htm
p. 217 (II. Parte. Capítulo 11. De nuevo el invierno. Discusión
sobre el combustible: Respuesta del ingeniero Ciro Smith (o Cyrus
Harding) a la pregunta de sus compañeros, el periodista Gedeon
Spillet y el marino Pencroff, sobre lo que ocurriría con el
progreso industrial y comercial cuando en el futuro se agotara el
carbón)
5 Fuente:
NASA, en http://map.gsfc.nasa.gov/universe/uni_matter.html
('¿De qué está hecho el Universo?'): “La sonda espacial WMAP
determinó que el universo es plano, de donde se deduce que la
densidad media de energía en el universo es igual a la densidad
crítica (dentro de un margen de 0,5% de error). Esto es equivalente
a una densidad de masa de 9,9 x 10-30 g/cm3,
que es equivalente a sólo 5,9 protones por metro cúbico. De esta
densidad total, ahora (desde enero de 2013) conocemos las siguientes
proporciones: 4,6% de átomos (…); 24% de materia oscura (…), y
71,4% de energía oscura (...)”.
6 Shakespeare,
William: La tempestad. Edición pdf en
http://www.mad-actions.com/docs/the%20tempest_esp.pdf
P. 43 (Acto IV, esc 1: Pasaje en que Próspero, el legítimo Duque
de Milán, trata de calmar a su hija Miranda y a su prometido,
Fernando, hijo de su hermano Alonso, de quien se acaba de vengar con
sus “poderes mágicos” por haberle usurpado el ducado).
7 Cervantes,
Miguel de: Don Quijote
de la Mancha (II parte).
Edición html
en
http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap06/default.htm
CAPÍTULO VI (De
lo que le pasó a don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno
de los importantes capítulos de toda la historia).
8 “La
materia bariónica es aquella en cuya masa predominan los bariones,
la cual puede estar formada por átomos de todo tipo, y por tanto,
ser casi cualquier tipo de materia. Su contrario es la materia no
bariónica”, extraído de este enlace:
http://es.wikipedia.org/wiki/Bari%C3%B3n#Materia_bari.C3.B3nica
(véase el enlace de la cita #4)
9 Una
proeza. Aquí podéis leer más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_la_balanza_de_torsi%C3%B3n#Error_com.C3.BAn
“Después de convertir a unidades del Sistema
Internacional c.g.s.,
el valor obtenido por Cavendish para la densidad de la Tierra es
5,45 g/cm3”.
¡Vaya! Pues va a ser que no solo es agua (cuya densidad es 1,00
g/cm3).
A quienes sigáis creyendo en la ciencia os recomiendo la lectura
del capítulo correspondiente en el libro de Lozano Leyva, Manuel:
De Arquímedes a
Einstein,
Debate, 2005
10 Si
lo de Cavendish resultó una proeza, el camino abierto (aún con
“guijarros y socavones”) es realmente arduo. En el post que os
relaciono a continuación se describe con un lenguaje bastante
comprensible, a partir, especialmente de la aplicación de las Leyes
de Kepler. Aquí lo tenéis:
http://infobservador.blogspot.com.es/2011/01/como-se-mide-la-masa-de-algo.html
11 He
preferido mantener las categorías morfológicas diferentes
(sustantivo y adjetivo) para comparar tal cual las acepciones en el
DRAE y facilitar mi exposición (las definiciones de
hermetismo-esoterismo o de hermético-esotérico no vienen tan bien
relacionadas visualmente; sugiero al lector que haga la prueba)
12 Lucrecio
(Traducción de José Marchena): De
rerum natura (De la naturaleza de las cosas),
1913, en soporte digital html en Biblioteca Virtual Cervantes (Libro
III, 128-131)
http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01383808666915724200802/p0000004.htm#I_11_
13 Ibídem
(Libro Primero, 755-762)
14 Asimov,
Isaac: Breve historia de la Química. Alianza,
Madrid (1985), p. 47: “Los estudios de Boyle marcan el final de
los términos “alquimia” y “alquimista”. Boyle suprimió la
primera sílaba del término en su libro El químico escéptico,
publicado en 1661. Desde entonces, la ciencia fue la química,
y los que trabajaban en este campo eran los químicos”.
15 De
la recopilación, traducción y anotaciones de Carlos Solís Santos
en Boyle, Robert: Física, química y filosofía mecánica.
Alianza, Madrid (1985), p. 148