De Mechanics Magazine (Londres,1824) |
No es un caso general a esta edad (nueve años). Los llamados "buenos alumnos" son una minoría. La mayoría, más tarde (generalmente) o más temprano, van a acusar esta -digamos- desidia, que en algunos casos el propio alumno valorará como fracaso. ¿Realmente han perdido las ganas de aprender?
El alumno siempre aprende. La cuestión es que no siempre aprende lo que los adultos (familia, profesores, Administración Pública...) estimamos más conveniente para él, ni como los adultos le proponemos. El esfuerzo también es un contenido curricular, contra lo que muchas personas creen, pero obviamente, no es el único. Sin entrar en consideraciones como la extensión de los programas curriculares, por ejemplo, vamos a recomendar varias actuaciones que contribuyen a mantener el apetito del alumno por aprender.
- Crear un clima de seguridad y confianza, en el que disminuyan los miedos de los alumnos al fracaso. Conociendo bien sus necesidades para ofrecerles tareas que realicen con un esfuerzo razonable, y, además, favoreciendo la relación maestro-alumno (teniendo siempre presente que no se trata de una amistad), así como minimizando las comparaciones sociales entre iguales.
- Estructurar el aula, los contenidos y las actividades para que supongan un desafío moderado para el alumno.
- Posibilitar que el alumno actúe con autodeterminación y competencia, proponiéndole pequeñas responsabilidades que le orientarán a desarrollar su autonomía en el estudio. Para esto debemos formarnos en una actitud democrática pero no permisiva.
- Hacer gran hincapié en el componente informativo, más que en el componente controlador, cuando apliquemos refuerzos extrínsecos. Es el alumno, con esas recompensas quien irá autorregulando su actividad y controlando su propio proceso de aprendizaje.
- Dosificar los refuerzos extrínsecos, que daremos en tareas rutinarias o de aprendizaje memorístico, pero no en las que intervenga un aprendizaje conceptual significativo o creativo. Pues en estos casos, debemos destacar el proceso que el alumno ha seguido así como el esfuerzo realizado, independientemente de que haya logrado el resultado didáctico completamente.
- Fomentar situaciones y actividades de aprendizaje cooperativo, en las que los alumnos más “adelantados” sirvan de modelo para los más desmotivados o desinteresados, quienes se verán reforzados y tendrán una guía donde apoyarse y mostrarse más seguros. En estos casos alentaremos el reto que supone la ayuda para los más “adelantados”.
- Posibilitar situaciones curriculares mínimas que cumplan con los objetivos programados, pero que dejen zonas abiertas por las que el alumno se interese para establecer sus propias metas y objetivos de forma realista.
- Favorecer el incremento de la probabilidad esperada de logro de los alumnos, orientando su adscripción a causas internas-inestables-controlables (esfuerzo) e impidiendo que atribuyan el fracaso a causas internas-estables-incontrolables (baja aptitud).
Bibliografía:
Alonso Tapia, J. (1997): Motivar para el aprendizaje. Teorías y estrategias. Barcelona, Edebé
Burón, J. (1995): Motivación y aprendizaje. Bilbao, Ediciones Mensajero
Santrock, J. W. (2001): Psicología de la Educación. México, McGraw-Hill
Conciso y preciso! Interesante
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