Rubens, La caída de Ícaro |
B. Picart, Sísifo subiendo la roca |
A veces encuentra tiempo e intenta recordar: en algún instante perdió el hilo que le llevaba a la entrada del laberinto. Hace tiempo que no oye voces en su cabeza, solo mugidos; la bestia acecha desde algún corredor, helando el aire en cada resoplido. La salida, ¿dónde está? No se acuerda, el hilo desapareció. ¿Qué es real? ¿Acaso existió una vida fuera del laberinto? Sus fines de semana, sus cenas, sus conciertos, su buga, la pizza frente a la tele... La novia que le miraba con desdén, la novia que le amaba, o aquella otra con la que recorrió medio mundo... Su mujer, su hija... Todo debió de ser un sueño. Pero Ariadna existió. Eso es, al menos recuerda el nombre de su hija.
N. Bambini, Ariadna y Teseo |
Lunes, martes, miércoles... ¡qué más da!
Cellini, Perseo |
Un día se despierta sin antidepresivos. Ni siquiera puede moverse de la cama. Su mujer le disculpa ante su hija: “Hoy Papá está malito”. Ambas salen de casa como un jueves más. Al cabo de un rato alguien llama a la puerta. “Carta certificada, firme aquí”. Él firma sin saber qué. Vuelve a la cama. Al fin logra levantarse de nuevo y vagamente abre el sobre. Es una orden de desahucio.
“Juan, me llamo Juan”, se dice mientras se esconde en su anorak. Media hora después llegan ellas. Dos horas después, la policía.
Se acabó: Juan ha sido atropellado junto al Congreso. Ha fallecido. Lola y Ariadna se abrazan desconsoladas. Llega una hermana de Lola. Unos minutos antes de partir al reconocimiento del cadáver, Lola fija los ojos vidriosos en un sobre, junto a la cama: lee con rabia la orden de desahucio. Observa un documento detrás: es una prima de seguro de vida. Y un folio manuscrito debajo de los demás papeles: “Cobra el seguro, paga lo que nos reclaman y sigue el viaje a Ítaca sin mí. Yo no puedo más. Os amo. Juan”.
NOTA: A muchos os parecerá inverosímil esta historia. Siento deciros que hay cientos de miles de personas en España que están viviendo situaciones tan terribles como esta o más. Cientos de miles de personas a las que apenas hace siete años les habría parecido inverosímil haber llegado a la situación en que se encuentran.
La realidad, la que vivimos ahora, supera con creces a la ficción.
ResponderEliminarTremendo. Magnífico texto.
ResponderEliminarSon cosas que pasan...cada día...¡hay mas!...¡muchos más! ...¡demasiados! Solo queda moverse hacia Itaca....un viaje en el que hay que pasar por el infierno.
ResponderEliminarTe recomiendo "Carmina y amén"
ResponderEliminarLa culpa no es del PP y su política de recortes para salvar a los bancos. La culpa es de estos ciudadanos que viven por encima de sus posibilidades. ¡SI!, todos vosotros, y luego culpais a gente buena del PP, como Blesa, Rato y Cospedal.
ResponderEliminarVotad al PP de nuevo y ellos arreglarán esta situación. Rajoy lo ha prometido y Rajoy nunca mentiría a los españoles ¿verdad?.
Muy bueno
ResponderEliminarEn vez de anuncios de lotería de lágrima fácil, tendrían que hacer uno con este caso, bastantane más real, llorar no sé si lloraríamos pero de mala leche sí nos pondría...
ResponderEliminarNunca he entendido por qué si te vas a suicidar, no te llevas al director del banco antes por delante. O a sus hijos. Así ayudarías a mucha gente, porque el siguiente se pensaría dos veces apretar las tuercas a nadie. Además ninguna aseguradora paga por suicidio (todas habrían quebrado ya), así que este hombre habría quedado como un cobarde egoísta y un inútil en el mundo real, ya que no ha solucionado nada.
ResponderEliminarMientras la mujer tire esa nota, puede parecer un accidente. Los motivos para suicidarse suelen ser tan fuertes, irracionales..., que desde luego no te da para pensar en matar antes a alguien más. En la nota de la historia queda claro: yo, ya no puedo más (con y sin paroxetina)
EliminarQuizás porque todo el supuesto dinero del seguro iría a parar a la familia del director asesinado que por otro lado sólo hace lo que le dicen.
EliminarLa culpa hay que buscarla más arriba, en quien creó y quien mantiene una ley hipotecaria abusiva.
Juan se suicida para dar una oportunidad a su mujer y a su hija, evitando que se queden los tres en la calle con una deuda impagable. Y se supone que la aseguradora pagará si Juan ha simulado bien el accidente por atropello, de modo que no parezca un suicidio. Al menos, es lo que he entendido al leer el texto.
ResponderEliminarSi es un seguro de vida el suicidio esta cubierto a partir del primer año de vigencia de la póliza.
ResponderEliminarEntienden que es un hecho repentino.No algo premeditado con tanta antelación.
Excelente artículo. Un texto perfecto en una sociedad que se hunde.
ResponderEliminarEstremecedor. Y tan perfecto,que todos los comentarios cuestionan si la mujer de Juan podría cobrar el seguro de vida, o no.
ResponderEliminarPor suerte, estamos abandonando el vórtice del tornado, dentro del cual nos ha metido PPsoe, pronto empezaremos a votar. Eso, es lo que mantiene en pié: una esperanza.
Blogger nunca reconoce mi cuenta. Un abrazo.
Kamchatka_
La cuestión no es si cobrará el seguro de vida o no, efectivamente, sino si podemos hacer algo por parar, no solo los suicidios (casos muy extremos), sino la desesperación de tantas personas.
EliminarGracias por comentar, Kamchatka.
Un saludo