20 de agosto de 2013

¿Deben ser gratificantes las actividades escolares?

Hay sectores educativos que destacan el valor del esfuerzo como recompensa intrínseca a la realización de cualquier actividad. Se trata de una vieja concepción bíblica: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Aunque, al fin y al cabo, no es más que el primer principio de la Termodinámica: “Es imposible construir una máquina de funcionamiento periódico que produzca energía en forma de trabajo sin consumir una cantidad equivalente de energía”. Vamos, que todo nos cuesta trabajo.
La falacia del móvil perpetuo
Hasta ahí de acuerdo, ¿pero qué importancia tiene machacar que todo nos cuesta un esfuerzo, por mínimo que éste sea? Imaginaos la siguiente escena:
Una niña acompaña a su padre y le ayuda a portar una bolsa de pan que han comprado en la panadería del barrio. De vuelta a casa el padre le pregunta:
¿Pesa?
Y la hija responde:
¡Qué va, papá! No pesa nada
Algo pesará, hija –le corrige el padre-.
Es obvio que la niña percibe el peso, aunque no lo comprenda.
Pero, aun cuando lo comprendiera, puede que siguiera despreciándolo. Le gusta acompañar a su padre a comprar, no necesita ningún aliciente más sobre lo que está haciendo de buena gana. Quizá si su padre le hablara de un trabajo similar en la Luna, entonces su tarea aún sería más enriquecedora: “en la Luna el pan pesaría menos”, etc. Pero, de la otra forma, al cabo de salir dos semanas a comprar el pan con su padre, la niña acabaría aburrida, si no harta, de la misma canción.

Ya sabemos que la vida es difícil, también lo era para los espartanos, quienes no siempre derrotaban a los atenienses. ¿Acaso era menos dura la vida ateniense? Supongamos un astronauta que vuelve a la Tierra después de permanecer semanas en una nave sin apenas gravedad: sus músculos se atrofian por la falta de esfuerzo motor. Pero hedonismo no siempre es antónimo de esfuerzo.

Un niño que coloca las canicas en triángulo puede que se esfuerce tanto o más que otro niño que lee y relee en un libro las propiedades de los triángulos equiláteros. Quizá ninguno alcance la capacidad de abstraer la figura... Son diversas formas de dirigir el esfuerzo.
Quizá la mejor actividad sea aquella que favorezca mayor eficacia y eficiencia en los aprendizajes de los alumnos; es decir, resultados, pero no debemos dejar pasar que:


eficiencia = resultados / esfuerzo

Sin olvidar que hay resultados más visibles que otros: pasarlo bien es un buen resultado, ¿por qué no? Siendo así, es más fácil que cualquier persona tienda a repetir un esfuerzo... perdón, quisimos decir una actividad.


Si una actividad es gratificante, ¿aprenderá el alumno a valorar el esfuerzo que entraña hacerla?, ¿percibirá que desarrolla un esfuerzo al realizarla? El esfuerzo se da, no creemos que sea imprescindible recordarlo constantemente, aunque convenga que el alumno valore por sí mismo que a veces es más necesario que otras esforzarse más. Pero, sobre todo no creemos que la letra con sangre entre ni que preparar para el sufrimiento sea la mejor manera de afrontar la vida. Si no, que se lo pregunten a todos los niños y niñas maltratados.






18 comentarios:

  1. Me pasa con todos tus post Jose. Me dejan reflexionando. No tengo niños pequeños cerca (a los que me encanta observar, por cierto), pero intuyo que el esfuerzo de una actividad gratificante lo perciben. Otra cosa es que si el resultado es satisfactorio, posiblemente ese esfuerzo no les "pese", pero creo que todo dependerá de la cuantía de ese esfuerzo. Me refiero, dos actividades cuyo resultado (recompensa) sea la misma pero el camino hasta llegar a ella sea diferente (distinto esfuerzo). Creo que la valorarían diferente.

    Sigo pensando que la labor de un profesor de primaria es fundamental y en parte, prepara al niño para el futuro. Es una etapa básica en el desarrollo infantil.

    Mi respeto absoluto.

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    1. Hola, Amara. Muy de acuerdo con el planteamiento de tu pregunta. En realidad, la recompensa es una suma de resultado y proceso para obtener ese resultado. El proceso de aprendizaje puede que nos resulte recompensante. En realidad, de eso se trata, entre otras cosas: que el aprendizaje sea gratificante. Piensa en esta definición de aprendizaje (hay más): "El aprendizaje supone un cambio (se entiende que mejora, pero no necesariamente, desgraciadamente) de nuestra actividad como resultado del ejercicio".

      Gracias por el comentario.

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  2. Acertado el planteamiento del post, sin duda. Ahora bien, mi planteamiento es, ¿por qué hay que poner el énfasis en el esfuerzo? ¿lo importante es el esfuerzo que requiere hacer una tarea o el resultado de la tarea misma? O aún más, el intento de la tarea. Es importante cuestionarnos este tema, ya que el discurso neoliberal (LOMCE incluida) parece que pone toda la relevancia en el esfuerzo por si mismo, lo cual tiene mucho que ver con la moral cristiana, calvinistas y protestantes incluidos, donde no importa para qué, sino que lo relevante es el sacrificio, el sufrimiento... Rememorar el sacrificio sobre el que se estructura toda la religión. El planteamiento es el mismo. El esfuerzo te salva, da igual para que lo hayas empleado, de qué te haya servido, en qué te ha mejorado o en qué ha mejorado la sociedad. Es una cuestión de salvación individual. Y pedagógicamente estaríamos ante un mero activismo. La acción por la acción misma. Y eso sólo produce desasosiego, malestar y frustración. El ejemplo de la niña y el pan es relevante. Pero cuando el niño está implicado en la tarea, porque entra en su mundo de intereses, no hay esfuerzo que valga, ni tiempo para dedicarle. A veces con un considerable esfuerzo físico o mental. El ejemplo de los deportistas es claro. No importa ni el dolor que se siente con el esfuerzo que se hace: la actividad es importante (por las razones que sean). En educación lo relevante es que la actividad que el niño o la niña hace sea importante para él o para ella. Obviamente, no por la actividad misma, sino porque lo que se obtiene, o lo que se pueda obtener, con la actividad es importante.
    Creo que este es uno de los fracasos de la educación actual: todo se focaliza sobre la actividad, y no sobre el sujeto. Por tanto hay que buscar interesar al niño o la niña en a actividad. Lo que yo llamo la falacia de la motivación. Y está claro que el interés no viene por ahí. Perdón por alargarme.

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    1. Nacho, una vez más gracias por un comentario tan completo. Además, no es un comentario que abunde en nada en especial, sino que aporta humanismo y humanidad. Me explico: Como bien ironizas, mencionando el "activismo", caemos en la tarea como si fuera algo ajeno a nosotros en algunos casos, cuando, en realidad, por el hecho de realizar nosotros esa tarea, ya es inherente a nosotros mismos, porque lleva nuestra impronta, nuestro modo de hacer y hasta de ser. Es decir, parece que lleváramos como castigo hacer tareas, hacer cosas, trabajar... Visto así. No, yo ironizo sobre eso cuando menciono esa frase del Génesis (soy ateo) porque no parece nada genial; la propia Fisica (desde mi punto de vista mucho más elevada que la Religión) tiene una ley universal maravillosamente cierta por el momento.
      No paramos, siempre se produce un intercambio energético, somos dinámicos, estamos vivos. Lo suyo es tener actividad, ¿no? No es por sacarlo de quicio, sino por apoyar lo que añades.
      Es que es así, estamos condenados a ser libres, como proclamó Sartre, pero es que, siquiendo en ese plan, estamos condenados a actuar. Y no necesitamos a nadie que nos recuerde que algo tan esencial. Pero, como sabes, siempre hay santones o falsos gurús que se ocupan de magnificar lo obvio para que los demás les rindamos pleitesía.

      ¿No estamos por la labor, verdad?

      Muchas gracias.

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    2. Un deportista profesional necesita ganar pero el que sale a correr a las 5 de la mañana para sentirse mejor, lo que busca es el esfuerzo en sí.
      Pongamos el ejemplo de los videojuegos. Hay niños que juegan para ganar aunque se hagan trampas a sí mismos, hay otros que prefieren juegos largos con cientos de órdenes que memorizar, otros niños solo están interesados en pasárselo bien aunque no acaben la partida. Me he pasado gran parte de mi vida jugando o trabajando con niños y me parece imposible generalizar y más aún acertar con lo que un niño necesita. Sobre todo porque igual lo que necesita es equivocarse.

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  3. Resulta desalentador, pero la mayoría de nuestros comportamientos buscan conseguir un premio o evitar un castigo; es decir, están movidos por el interés o por el miedo. Y en esto se basan todos los sistemas de entrenamiento y adoctrinamiento, incluida la enseñanza: en producir placer o dolor manejando la fuerza o manipulando las emociones. Es una forma de condicionamiento que alterna entre el golpe y la caricia, la alabanza y el desprecio, la promesa y la amenaza. Así es como se acostumbra a las personas a obedecer y a buscar la aprobación.

    Lamentablemente, cuando se intenta prescindir de estas prácticas, confiando en la responsabilidad y el buen criterio de las personas, los resultados no son los esperados, sino que tienden a dar la razón a aquellos que justifican su necesidad. Sin instrucciones, sin la tensión que provocan el palo y la zanahoria parece que nuestros comportamientos tienden a relajarse, parece que el cuidado, la atención y el esfuerzo que se ponen en una tarea son inferiores a los empleados cuando hay una amenaza o una recompensa. Lo cual es lógico, porque para prescindir de los premios y los castigos se necesitaría otro tipo de educación.

    Si queremos motivar sin alabar en exceso, basta con evitar la indiferencia; y de paso evitaremos muchos comportamientos disruptivos, que no dejan de ser una llamada de atención. Si queremos implicar a cada uno en el progreso de los otros, propongamos objetivos comunes y enseñemos a cooperar para conseguirlos. En cuanto a la recompensa por el trabajo bien hecho, muchas veces consiste en la sensación que acompaña a la acción misma. Más que de premiar los resultados, se trata de apoyar en los procesos.

    Porque el premio consiste en aprender, en sentir que se ha producido un cambio, una transformación que nos ha enriquecido, que ha expandido nuestro universo, que ahora tiene más color, más sonidos, más ideas y más formas que le otorgan otro sentido. Y el castigo no es otra cosa que pararse, que dejar de investigar, que sentirse excluido de un mundo que siempre está por construir.
    http://www.otraspoliticas.com/educacion/la-carita-triste-y-la-carita-alegre

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    1. Uno de los problemas, a mi modo de ver, es que la escuela ha simplificado el sentido del aprendizaje humano, y lo ha reducido a un proceso mecánico: Tarea implica aprendizaje. Pero el ser humano está aprendiendo desde el momento en que nace. En la medida en que está buscando sentido al mundo en el que vive y a su experiencia. Y la escuela ha creado un sistema aparte, alejado de la experiencia del ser humano y de su necesidad de encontrar sentido a su estar en el mundo. Esta artificialidad del aprendizaje y de la educación es lo que deberíamos romper porque justamente, como dice bien Enrique, es lo que nos somete y nos controla, pero no nos mejora.

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    2. Enrique, me gusta esto que expresas: "Porque el premio consiste en aprender, en sentir que se ha producido un cambio, una transformación que nos ha enriquecido, que ha expandido nuestro universo, que ahora tiene más color, más sonidos, más ideas y más formas que le otorgan otro sentido". El premio puede ser constante si uno es consciente de que está vivo, de que se apasiona con lo que hace.
      Recomiendo una película preciosa sobre un hombre que desde fuera puede ser visto como alquien que sobrevive, cuando en realidad, es un hombre que vive. Porque se dedica y pone lo mejor de sí en lo que hace, en la situaciones que está y con las personas con quienes está (Es decir, y, contestando de nuevo a Nacho, mucho más que acciones; también situaciones y compañías). La película es 'Searchin for Sugar Man'. Aquí podéis escuchar una canción de su banda sonora:
      http://www.youtube.com/watch?v=qyE9vFGKogs

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  4. La cuestión no reside en que "La letra con sangre entra". El problema reside en que una secta psicopedagógica ha pontificado que el aprendizaje ha de ser "significativo" por vía de que el alumno se sienta feliz, o si no, no hay tal avance. Aprender exige esfuerzo, tesón y dedicación; si se une al disfrute, estupendo, pero hay actividades no placenteras necesarias para adquirir capacidades, destrezas y resultados, sin recompensas inmediatas.
    Daniel López Marijuán
    profesor jubilado

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    1. Absolutamente de acuerdo.

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    2. Daniel, mucho me temo que esa "secta psicopedagógica" apenas tiene fuerza comparada con los intereses instalados ad infinitum y per secula seculorum de las mentalidades de siempre, esto es: "Hay que hacer esto porque te lo digo yo". Así, sin autoridad ni dios (sí, en minúscula) que lo fundó. Porque muchos confunden autoridad con autoritarismo. La autoridad hay que demostrarla, amigo.
      Por otra parte, aquí nadie niega que no haya esfuerzo en cada acción que se hace. Ni tampoco se niega que - en unas ocasiones - más que en otras sea imprescindible el tesón y la dedicación. Pero sí se cuestiona que haya que pontificar el valor del esfuerzo por encima de otras cuestiones (motivación, aptitudes individuales...). Porque, estimado amigo, no te olvides de que la capacidad de esfuerzo no es igual en todas las personas. ¿O sí lo crees?

      Gracias por el comentario.

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  5. Creo que el esfuerzo no debe ser demonizado, porque creo que la cuestión es cómo se da (y quién y de qué forma) se pide el esfuerzo. Las actividades deben resultar estimulantes dentro de lo posible, pero, de acuerdo con la maduración de los niños y niñas, el peso de la recompensa debe situarse más en el propio proceso de aprendizaje - de crecimiento - y no tanto (al menos, no tan frecuentemente o con tanta centralidad) en la actividad en sí.

    Hay actividades que resultan fatigosas, arduas y complejas y, sin embargo, los adultos realizamos; ya sea por su recompensa a medio plazo o a largo plazo, intrínsecas o extrínsecas. En algún momento de su desarrollo, los niños y niñas deben aprender a pasar de las recompensas extrínsecas a las intrínsecas y, en último lugar, a recompensas vinculadas a su propio desarrollo personal y educativo. En definitiva, creo que, aunque estoy de acuerdo con la base de muchos de los planteamientos realizados en la entrada y en los comentarios, es necesario fomentar que los niños y niñas encuentren la motivación en mejorar, en crecer. Es un aprendizaje que va de la mano con la interiorización de valores.

    Desde luego, no hablo solamente de objetivos académicos, sino del avance personal hacia unas actitudes más respetuosas, una mejor gestión emocional, valores de cooperación, etc.

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    1. Carlos, el esfuerzo no es demonizado, ni ensalzado; simplemente, es tratado de forma neutra: se da siempre. Sin embargo, como en cierta forma sugieres, no se da siempre en la misma dirección. Si lo comparamos con el modelo físico de fuerza, que es un vector, para lograr un desplazamiento u otro, habremos realizado trabajo. Ahora bien, si el esfuerzo es "perpendicular" a la dirección de desplazamiento, el trabajo realizado es nulo (Adopto este ejemplo en esta otra entrada: http://misterioeducacionyciencia.blogspot.com.es/2012/12/esfuerzo-pese-todo.html )
      En relación a las recompensas y la motivación para ellas, intrínseca o extrínseca, es evidente que la que garantiza un aprendizaje mejor (más sostenido, mejor interiorizado, etc.) es la motivación intrínseca (a cualquier edad). Pero lo que comentas tiene mucho que ver con el desarrollo cognitivo y, por ende, siguiendo a Kohlberg (quien se apoya en el modelo de desarrollo cognitivo de Piaget), con el desarrollo moral. No es lo mismo moral hetéronoma, en palabras de Kohlberg, que motivación externa, pero encuentran bastante paralelismo. Y lo mismo sucede entre moral autónoma y motivación interna. (Uso tu terminología, pero otros autores prefieren utilizar exógena y endógena, respectivamente). Y cuando digo que no son lo mismo aunque guarden cierta relación, lo digo porque muchos aprendizajes (sí, los filogenéticos también: aprender a leer, a escribir, e.g., no sólo los ontogenéticos: caminar, sentarse...) que realiza el niño en su primera infancia tienen buena motivación interna. Estricto sensu: cuando dibuja, lo hace desde el disfrute motor, pero poco a poco (y libre o casi libremente) va perfeccionando su trazo, por su maduración, de acuerdo, pero también como consecuencia del ejercicio que hace movido por hacerlo cada vez mejor; es decir, por sí mismo. Esto se ve reforzado por otros (el adulto por supuesto), lo que forma parte de su aprendizaje. Si motivación, o si andamiaje (según Vigotsky), puede ser discutible, pero la motivación externa, el estímulo externo o lo que sea externo, empieza a contribuir más cuando el nivel de exigencia empieza a ser mayor. Entonces, lo que te planteo es lo siguiente: ¿Quién determina o cómo se determina el nivel de exigencia? (Sí, es una pregunta retórica, pero merece la pena planteársela porque no todo es prescriptivo en el currículum)

      Muchas gracias por tu comentario. Un saludo

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  6. Hola, Jose. Muchas gracias por tu respuesta a mi comentario; creo que, en el fondo, tenemos unos planteamientos similares. Casualmente hoy ha llegado a mis manos esta reflexión de Bucay que me parece que viene muy al hilo en cuanto a la diferencia de, según sus palabras, esfuerzo y dedicación.

    «(...) También nos educan diciéndonos que es con esfuerzo que se consiguen cosas y que, junto a esas cosas, llegará la felicidad. La verdad es que yo creo que eso es una gran mentira. Una mentira socialmente aceptada, universalmente determinada, pero una mentira al fin. Yo no creo para nada en el esfuerzo como camino para hacer algo. Digo, no creo que haya que esforzarse, sino que hay que dedicarse, que no es lo mismo. La dedicación a algo, la apuesta de todo lo que soy al servicio de un proyecto, no es un esfuerzo. Yo no creo en el esfuerzo, en el sentido de forzarme a hacer lo que no quiero hacer. No creo en los logros que se consiguen desde el esfuerzo. Sí creo en la elección de un camino, si creo en los rumbos que me fijo» Jorge Bucay

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  7. Jose es muy interesante tu reflexión.
    Creo que el marco permanente en el que debería situarse la acción docente es la búsqueda de sentido, es decir, creo que debemos tratar de crear las condiciones para que el alumnado le encuentre sentido a lo que le proponemos; permanentemente. Cuando esto sucede, y nunca es fácil (mi experiencia es ESO y Bachillerato), lo que se constata es que la percepción de esfuerzo que experimenta el alumnado se reduce drásticamente, como bien explicas en tu ejemplo de la niña y el peso. Pero el esfuerzo esta ahí; en mi opinión, lo que no experimentan es la sensación de que podrían estar haciendo algo mucho más interesante que lo que les proponemos,
    El último proyecto que he puesto en marcha en mi centro es una radio escolar dentro de la asignatura de Proyecto Integrado, que cuenta con una hora semanal. Es evidente que necesitamos mucho más de una hora a la semana para preparar cada programa, y todavía me sorprende cómo la gran mayoría del alumnado no tienen el menor inconveniente en dedicar ese tiempo al proyecto. Sencillamente, creen en lo que están haciendo, le encuentran sentido.
    Y gracias por la mención en Twitter, Jose.

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    1. José María, coincido contigo en la importancia que se merece el sentido. Más allá de la bondad, las cosas cobran sentido o no, y también en la escuela.
      Efectivamente, la pasión no tiene horario. Estoy seguro de que vuestros alumnos disfrutan muchísimo preparando cada programa de radio.
      Un saludo

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