11 de febrero de 2017

«I’m a doctor!»

Esto no es la historia de mi hermana, sino retazos de una gran mujer. Eso sí, tengo la suerte de que es mi hermana y todos tenemos la suerte de que es investigadora.

¡Y, además, diseña!

Jugó con muñecas, jugó con clics, y a saltar y a correr como hacíamos todos. En los ochenta era más habitual (quizá menos que ahora) que las niñas hicieran ballet y no tanto otras actividades físicas deportivas. Por eso, después de un año de ballet, les dijo a mis padres que quería hacer judo, como sus hermanos. Y fue de las mejores, y en natación. Y es la única que sabe bailar con gracia.

En la vieja casa del pueblo aún te recibe el suelo en el que ondean guijarros. Los que ella y nuestro padre incrustaron en el cemento alternando la posición de un molde de madera con forma de arco. Era adolescente y ya tenía las ideas claras: quería ser matemática. Siempre ha sido una devoradora de libros; creo recordar que por entonces releía entusiasmada Alicia a través del espejo. Quizá animada por los acertijos que nuestro padre nos sacaba del Circo matemático de Gardner, entre otros. Es cierto, papá siempre nos espoleaba con su gran capacidad matemática. Pero siempre fue nuestra madre la defensora de los casos perdidos, la socialista utópica, la feminista, la adalid de la justicia universal. Algo de nuestros padres tendrá mi hermana, ¡digo yo! De mis hermanos, también, claro. Incluso de mí, que puedo vanagloriarme de haberle explicado qué eran los vectores (ella en segundo de BUP, yo en COU). Fíjense: ya entonces mi hermana quería ser matemática y yo ni me imaginaba que quería ser profe.

Se licenció en Matemáticas y se fue a finales de los noventa a hacer el doctorado a Holanda. Ni sabía holandés ni sabía el inglés suficiente ni conocía a nadie. Pero nada arredra a mi hermana, ni la soledad de aquellos primeros años en Ámsterdam. Que acabaron siendo cinco. ¡Qué alegría cuando salió de la defensa de la tesis!: «I’m a doctor!, I’m a doctor!». ‘Pseudo Parabolic Equations’, una contribución para abordar una perturbación localizada de acuerdo a ecuaciones pseudoparabólicas de difusión y cómo se propaga en un estado inestable. Después vinieron los años de postdoc en Viena y en Nottingham. Y siempre, siempre, siempre con esos ojazos azules que no sabes si te miran o si te traspasan tratando de atar cabos para abordar algún problema matemático para el siguiente paper.

Y nada más, que aún te queda mucho por hacer. Y nada menos, mi querida doctorA.

Te quiero, Carlota.