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20 de noviembre de 2014

En deuda

Anquilosado, ese era el término. Soñó con echar sus brazos fuera de la tierra que lo sepultaba. Gimió. Volvió a recrearse en el movimiento que no pudo hacer. Imaginó la luz solar en el agujero, mostrándole cada uno de los músculos en tensión, cada articulación bloqueada. Su mente seguía dando órdenes: vociferaba, se estiraba, pero solo lo pensaba. Silencio, imágenes y esa mezcla de olores de tierra y raíces húmedas. Hasta que despertó en la cama, sudoroso, jadeante. Las pesadillas.


Rubens, La caída de Ícaro
Se sintió joven hace tiempo. Quiso volar, pero la cera se licuó, las plumas se desparramaron y los brazos apenas lograron asirse antes de caer rompiendo ramas por el árbol que plantó siendo niño. A su alrededor, cientos de árboles perecían devastados por aquel ansiado sol. Las ilusiones de una generación, la mejor preparada de la Historia. Los sueños que les suplantaron los vendedores de humo ni siquiera duermen ya en los bancos. Y el retorno es a ninguna parte.

B. Picart,
Sísifo subiendo la roca
Desde el infierno la bola se vuelve más pesada; el interés compuesto sigue adhiriendo carga en ese tornillo sin fin. No hay nada que negociar, le dijeron en la entidad: “O pagas, o nos quedamos la casa”. Y el tornillo sigue girando cada vez más profundo.

A veces encuentra tiempo e intenta recordar: en algún instante perdió el hilo que le llevaba a la entrada del laberinto. Hace tiempo que no oye voces en su cabeza, solo mugidos; la bestia acecha desde algún corredor, helando el aire en cada resoplido. La salida, ¿dónde está? No se acuerda, el hilo desapareció. ¿Qué es real? ¿Acaso existió una vida fuera del laberinto? Sus fines de semana, sus cenas, sus conciertos, su buga, la pizza frente a la tele... La novia que le miraba con desdén, la novia que le amaba, o aquella otra con la que recorrió medio mundo... Su mujer, su hija... Todo debió de ser un sueño. Pero Ariadna existió. Eso es, al menos recuerda el nombre de su hija.
N. Bambini,
Ariadna y Teseo


Cada día es peor que el anterior: Tras acompañar a su hija al cole, su mujer inicia el peregrinaje hacia el polígono, a pie, para rebuscar aquí, allá. Para encontrar folletos, periódicos de la semana pasada, cajas de cartón. Todo lo amontona bajo un viejo coche que lleva meses aparcado. Se estira la ropa, ensaya la voz y comienza a dejarse caer de nave en nave. Como ella hay decenas más. Él solo la acompaña, empujado por los cuarenta miligramos de paroxetina...

Lunes, martes, miércoles... ¡qué más da!


Cellini, Perseo
Su mujer le sonríe, su hija le sonríe. Son las únicas caras que puede mirar, hace tiempo que las demás le dejaron petrificado, con los ojos mirando al infinito, clamando al cielo, como si esperase que a plena luz del día descargara una lluvia de Perseidas. Pero apenas reconoce a nadie, ni a ellas. Ni a él.

Un día se despierta sin antidepresivos. Ni siquiera puede moverse de la cama. Su mujer le disculpa ante su hija: “Hoy Papá está malito”. Ambas salen de casa como un jueves más. Al cabo de un rato alguien llama a la puerta. “Carta certificada, firme aquí”. Él firma sin saber qué. Vuelve a la cama. Al fin logra levantarse de nuevo y vagamente abre el sobre. Es una orden de desahucio.

“Juan, me llamo Juan”, se dice mientras se esconde en su anorak. Media hora después llegan ellas. Dos horas después, la policía.

Se acabó: Juan ha sido atropellado junto al Congreso. Ha fallecido. Lola y Ariadna se abrazan desconsoladas. Llega una hermana de Lola. Unos minutos antes de partir al reconocimiento del cadáver, Lola fija los ojos vidriosos en un sobre, junto a la cama: lee con rabia la orden de desahucio. Observa un documento detrás: es una prima de seguro de vida. Y un folio manuscrito debajo de los demás papeles: “Cobra el seguro, paga lo que nos reclaman y sigue el viaje a Ítaca sin mí. Yo no puedo más. Os amo. Juan”.


NOTA: A muchos os parecerá inverosímil esta historia. Siento deciros que hay cientos de miles de personas en España que están viviendo situaciones tan terribles como esta o más. Cientos de miles de personas a las que apenas hace siete años les habría parecido inverosímil haber llegado a la situación en que se encuentran.