Mostrando entradas con la etiqueta escuela pública. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta escuela pública. Mostrar todas las entradas

11 de mayo de 2013

Soy profe y soy de izquierdas

Docentes de la pública que escolarizan a sus hijos en centros concertados, docentes de la pública que se adscriben a la sanidad privada. No da igual, pero pensad en el futuro de la sociedad, que formáis parte de ella y sois actores fundamentales. Si sois profes, sois de izquierdas.

Una manzana, un café con leche, una tostada con mermelada, y a trabajar. De camino en el coche, suena la radio de fondo: a veces música, a veces tertulias. A veces escucho, a veces oigo, sin despegar los ojos de la carretera que me lleva al colegio. Entro en una ciudad tomada por humos y conductores con la mirada perdida en el parabrisas. Semáforos, rotondas y peatones a la carrera: madres con pequeños tropeles de niños tirando de carteras, con más ruedas —la vida parece ir sobre ruedas—. Me desvío por una calle a la derecha. Está colapsada: varias decenas de coches en doble fila; las familias que esperan hasta que el colegio concertado abra sus puertas. Han venido de todos los puntos de la ciudad; todos los alumnos lucen uniforme y ninguno es negro, ninguno es gitano, ninguno parece magrebí, ni latinoamericano... 

Por fin encuentro aparcamiento, en la calle perpendicular a la que he entrado, donde apenas hay coches en doble fila. Los pasos de cebra no cuentan con ningún policía municipal, y las madres cruzan la calle dando la mano a sus hijos: los niños que siguen tirando de mochilas con ruedas.

— Buenos días, Jose
— Buenos días, Raluca
— Buenos días, profe
— Buenos días, Karim
— ...

Mi colegio es público. 3 de mis 24 alumnos son hijos de españoles. En nuestra clase se habla español, pero cuando juegan o trabajan en pequeños grupos, también se hablan en rumano, en árabe o en polaco. Sí, también en inglés. Aún no saben leer, pero no se cansan de buscar las vocales que van aprendiendo: «Mira, una 'o'». No paran de preguntar: «¿Qué pone aquí, profe?»«¿por qué tienen plumas las palomas?»... Algunos han cumplido 5 años, otros los cumplirán en diciembre. La mayoría es capaz de rellenar la serie numérica entre el 1 y el 6, pero algunos solo saben hacerlo añadiendo una bola de plastilina más a la colección anterior. En este curso ha entrado una alumna cuyos padres son chinos. Después de insistirles, su hija viene con regularidad y ya comprende mejor el español; el logro se lo debe a sus compañeros, con los que juega y participa en igualdad.

Mis compañeras son unas profesionales como la copa de un pino: luchan por todos y cada uno de sus alumnos, tienen en cuenta la personalidad y la capacidad de cada uno, les observan sistemáticamente y mantienen un trato muy cordial con sus familias. Y, desde luego, saben mucho y saben enseñarlo. Lo hacen porque creen en ello, cumplen con la burocracia aunque no crean tanto en ello, pero son funcionarias y saben que sirven al Estado, que somos todos.

Las etiquetas son generalizaciones, de acuerdo. Como mis compañeras, tampoco creo en las etiquetas, pero, desde luego, luchamos por el progreso de nuestra sociedad, creemos en la bondad humana y en la igualdad de oportunidades, y por eso también apoyamos a los más débiles. No somos santos y algunos incluso somos ateos. Somos de izquierdas porque queremos una escuela pública de todos y para todos, para la vida y por la vida*.


Nuestro "museo bichero"



* Interpretación del lema de la institución École de l’Ermitage, la famosa «École pour la vie par la vie» (Escuela para la vida mediante la vida), fundada por Ovide Decroly.