Trabajo,
esfuerzo y crisis (I)
Hace
unos días le escribía a un amigo que el secreto (lo global) está
en los detalles, en lo que se nos escapa y sólo encontramos si lo
buscamos o nos lo muestra la divina Fortuna. Que somos cuanto
queremos ser en un orden que suponemos aleatorio porque jamás
comprenderemos del todo.
Somos
luchadores en un mundo inerte. Luchamos por seguir vivos. Casi todos
lo hacemos, aunque no haya razones para los locos.
Todos
lo hacemos por nosotros y siempre hay alguien más. No sabemos si
subyace una intención hacia nuestra especie, hacia todos, pero
siempre hay alguien más aparte de cada uno de nosotros. Hasta los
malvados piensan en alguien más además de en ellos mismos. Pero no
hay razones para los psicópatas.
Si
digo que somos luchadores, es porque nos esforzamos. Todos. Sin
embargo, suele suceder que quien cree tener más que otros, piensa
que se ha esforzado más. Justicia: “a cada cual lo suyo”.
Justicia: “si tengo más es porque lo merezco más que otros”. Es
obvio el paralogismo, fruto de nuestros miedos. Me atrevería a
pensar que el miedo a los otros deviene del miedo general, al futuro,
en donde vemos a los otros como rivales para una vida mejor. Somos
sociales hasta en la comparación, genéricos hasta en lo social. Nos
planteamos la vida por generalidades, sin reflexionar sobre nuestra
individualidad. Si el stablishment dice tres, yo no puedo
tener dos, si acaso más.
Lo
hacemos porque caemos en el mismo error una vez tras otra: olvidarnos
de nuestra suposición inicial de que el orden es aleatorio y que
jamás comprenderemos del todo. Así, se suele caer en otro de los
siguientes errores concretos: el de confiar todo a la cuantificación
y el de confiar en un orden de prioridades o valores universal o
válido en todas las situaciones y para todos. Solemos ligarnos a la
determinación, obviando lo desconocido.
Nos
sometemos a la dialéctica entre nuestra voluntad individual y lo que
creemos como voluntad colectiva.
No
he podido evitar pensar en lo citado en las líneas anteriores cuando
he caído en la cuenta de algunas causas de dónde nos encontramos:
en una crisis, en un cambio brusco acaso. No me cabe duda de que
siempre se produce el cambio, pero cuando nos referimos al actual es
porque al parecer es tan dramático que somos capaces de percibirlo.
Hasta
ahora hemos vivido en el sofisma de que tener más que otros es a
causa de nuestro mayor esfuerzo. A lo mejor es ahora cuando podemos
reflexionar sobre ello y valorar qué es “tener más”. ¿Se puede
cuantificar todo? ¿Acaso todos los esfuerzos redundan en el mismo
beneficio?
Va
siendo hora de desenredar el ovillo que hemos ido elucubrando hasta
este párrafo. Fijémonos en un especulador cualquiera o, mejor, en
el que cada lector elija. Quienes creen “tener menos”, pensarán
de esa persona que lo que tiene es más fruto del azar que de su
esfuerzo, que tuvo más suerte que ellos. Pero el especulador en
cuestión se ocupará de recordarles todo el recorrido efectuado
hasta llegar hasta donde está: todo lo que ha arriesgado, toda la
información que ha recopilado y todo el tiempo que ha dedicado a
ésas y otras tareas. ¿Cómo podemos discernir quién se ha
esforzado más? Se trata también de rendimiento, de eficacia.
Suponiendo que se pudiera mensurar el esfuerzo sin contar con el
rendimiento, el especulador podría haber conseguido más porque
hubiera dado con el sistema más adecuado. Así es la vida, como se
suele decir: unos tiran por un camino y les va bien, y otros siguen
por otro y no les va tan bien; unos llegan a bifurcaciones con peores
tramos que otros y a pesar de eso les va mejor a que a otros con a
priori mejores opciones. También pasa.
Pero
incluso en estas situaciones la fortuna es un espejismo. No podemos
afirmar categóricamente que los más preparados tengan más garantía
de éxito, mejores opciones en cada bifurcación al fin y al cabo.
Por la sencilla razón de que el logro sólo es un aspecto de nuestra
realidad. Pregúntenle al especulador si ya ha logrado lo que quería.
Es
decir, también es fortuna verificar que lo que se logra es lo que se
quería conseguir (...).
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