6 de junio de 2013

Educación en valores, pero sin adoctrinar.

En nuestra sociedad parece aceptarse el respeto a las demás personas, pero habría que distinguir muchos matices. Por ejemplo: lo que para algunos respetar significa no dañar físicamente, para otros incluye no dañar afectivamente, y viceversa; lo que para algunos merece una recompensa, para otros sólo es el deber cumplido; en una empresa se habla del trabajo en equipo, pero se premia la competitividad; etc.
Estos matices son importantes en educación.

La importancia no está sólo en las diferencias, sino en cómo se marcan esas diferencias de matices. En relación con el planteamiento de este post, las diferencias se marcan desde el momento en que se comparan los hechos individuales con los hechos más comunes entre individuos. Esas comparaciones que se realizan sobre categorías naturales, no sobre conceptos estrictamente formales, dan lugar a interpretaciones modeladas por la voluntad y la adaptación a su medio de cada individuo. Los valores no son instruccionales, no son leyes. Porque no somos máquinas, somos algo más rico, se nos ha permitido crear, avanzar en el conocimiento. Y los valores, desde luego, devienen en parte de ese conocimiento que vamos creando.

Aquí hallamos una primera consideración importante: o creemos en la construcción de los valores, o asumimos que hay una moral universal. Esto viene a responder a la pregunta de cómo se marcan las diferencias de matiz cuando educamos: o presentamos a los niños y adolescente los medios por los que descubran y construyan valores útiles, o les imponemos constantemente un modelo normativo en el que ni siquiera creemos. Por ejemplo: imaginemos a dos hijos comiendo. La niña está comiendo lo que le va sirviendo su progenitor, pero el niño hace ascos al primer plato y quiere el segundo. ¿Qué sentido tiene expresarles constantemente que no deben compararse, que cada cual es diferente y ambos son maravillosos, si en la comida le decimos al niño que su hermana le va a ganar?

Quizá no esté tan clara la conducta adulta desde el punto de vista ético. Y, si no está tan clara, ¿cómo podemos educar en valores a los niños y a los adolescentes?

A nuestro juicio, antes debemos acordar entre adultos algunas cuestiones básicas. No los valores, sino, al menos reconocer las dificultades que nos podemos encontrar incluso en  comunalidades estadísticas, incluyendo en ellas la dificultad de convenir qué es o dónde se ubica la propia adultez.

Por una parte, podemos abordar el problema del conocimiento: empezar por admitir que la interpretación de la realidad es poliédrica. Quizá desde esa interpretación, punto de partida común, sería más fácil empezar a comprender que no estamos solos y que en algún momento de nuestra vida nos necesitamos. Por otra parte, vuelve a surgir un problema: esto lo podemos hacer con quienes tenemos conexión (lo siguiente en admitirse). Lo podríamos representar así:
Esta desconexión, en la práctica, parece que se produce entre quienes tienen acceso al conocimiento y quienes no lo tienen; parafraseando a Sócrates: Quien es sabio es bueno. Pero, siendo realistas: no todo el que tiene acceso al conocimiento es sabio.

Esto nos lleva a otra consideración importante: la reflexión es necesaria en el proceso constructivo del aprendizaje de valores*; no bastan los simples datos, la voluntad de descubrir y la capacidad adaptativa a nuevas experiencias aportan ingredientes de nuestra cosecha, sin duda necesarios para interiorizar y creernos esos valores. Aunque el término conocimiento comparta raíz con el verbo conocer, el conocimiento va más allá, requiere comprender. La mejor forma de interiorizar algo pasa por la experiencia directa, pero no se puede vivenciar todo. Donde no llega la vivencia, llega la reflexión, con todo su equipaje: evocación, simulación, análisis… y afectividad. No hay razón humana sin afectos.

Luego, convendría preguntarse si no estaremos ya educando en valores. Supongo que sí, aunque quizá no sean los valores que dictan los de siempre.


*Éste es uno de los principales argumentos que dio pie a nuevos modelos de educación en valores, como alternativa al paradigma de socialización de Durkheim (basado en la imposición). Cabe destacar el modelo de clarificación de valores, surgido de las teorías humanistas de Rogers y Maslow, entre otros, y cuyos máximos exponentes fueron Raths, Kirschembaum y Howe. Según esta corriente, el individuo, con la ayuda de una acción planificada desde fuera, puede ir descubriendo y apreciando lo que realmente quiere, para actuar con criterios propios que ha llegado a interiorizar. Nuestra discusión hasta ahora lleva implícitos estos polos: la sociedad o el individuo, pero este debate se puede matizar en función de cómo sea la sociedad y de cómo sea o esté el individuo. Y naturalmente, como apuntó Kohlberg, el desarrollo moral está, hasta cierto grado, vinculado al desarrollo cognitivo (Obviamente, no se puede razonar con niños a cualquier edad, por ejemplo).


2 comentarios:

  1. Hola,

    yo creo que es futil intentar abordar el tema del aspecto con el que se educa dejando de lado el fondo del asunto. ¿Cual es el objetivo real de este sistema educativo?¿Que calidad de indivíduos fomenta, con sus acciones y sus inacciones?

    En una sociedad que tiene asimilado como indispensable el dominio de unos sobre otros (y la sumisión de los otros sobre ese uno) la acción represiva es troncal. No es posible, en ese contexto, poner en marcha un discurso formativo sobre valores de respeto cuando el fondo lo que transmite es exactamente lo contrario.

    La tolerancia, la valoración de la diferencia como elemento posible y positivo, la valoración del espacio individual y el espacio colectivo como características a tener en cuenta por cada miembro del grupo, el respeto (tanto al indivíduo como al espacio colectivo - clase, patio, comedor- con sus rasgos). No pueden administrarse como valores cuando solo ejercemos autoridad o desinterés. El único valor que se aprende en ese escenario es el de: si no te pillan lo que hayas hecho está bien.

    Tenemos un problema estructural, en nuestra sociedad, y el sistema educativo (por diseño y por despliegue) lo reproduce eficazmente: Somos y formamos irresponsables, porque la responsabilidad es la consecuencia de la libertad, pero nos negamos a formar la libertad.

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    1. claro, el tema es cambiar los centros, la metodología, los contenidos y entonces, podremos ponernos a educar en valores.. ejemplos ya hay, a contracorriente del sistema, pero demuestran que es posible

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