Mediocre
es quien, ejerciendo el magisterio en Educación Infantil, se ofusca
en transmitir falsos mitos a sus alumnos: que si las hadas, que si
las energías, que si las divinidades egipcias... O quien divulga
información a las familias pretendidamente seria (no voy a decir
científica) sin citar las fuentes, como si fuera de su propia
cosecha, cuando no lo es. O quien veta o suprime información de
compañeras por simple egocentrismo (dejémoslo ahí).
Una
persona así debería cuestionarse en algún momento la felicidad de
sus alumnos, y no tanto la suya.
No
quiero una maestra así para mi hijo, ni para ningún alumno.
Quiero
maestras y maestros implicados, como la mayoría lo son.
Concienciados con la realidad, natural, social y cultural, que den
cabida a la imaginación y al conocimiento de sus alumnos, y se
olviden de sus estúpidas fantasías adultas. Que no desquicien a los
niños entre la pobre disciplina grafomotriz y el práctico
aprendizaje lógico-matemático, que no los desquicien entre la pobre
disciplina grafomotriz y la ilusión evocadora, que no los desquicien
entre el conocimiento cotidiano y las pseudoteorías mágicas...
Prefiero maestras y maestros que quieran aprender, que vayan más
allá pero con los pies en la tierra, sin divagar en hipótesis
absurdas. Prefiero maestras y maestros que quieran a sus alumnos de
verdad, que no hablen de ellos con sorna, que los respeten como son,
que traten de sacar lo mejor de ellos, y no que traten de hacerlos a
su imagen y semejanza.
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