Así
las cosas, hagamos un ejercicio de prestidigitación, escondamos las
cartas y demos rienda suelta al poder sugestionador del ilusionismo.
Y hablemos, por tanto, esta vez (y una vez más) de sugestión (o de
su gestión).
En
este país de birlibirloque hay magos y brujos, magia y brujería.
Hay trucos y timos, público y privado, sastres y diseñadores del
nuevo traje del emperador... Y, alrededor de éste, o aspirando a
medrar, los que se consideran la élite y, quienes, por supuesto,
designan a sus nuevos miembros.
Tenemos
un ministro de Educación que se envalentona, que saca pecho y recibe
a puerta gayola la embestida de una plebe que no entiende de méritos
(y que hace deméritos, según él). Pero este ministro no convoca
(ni con boca) a los actores del Sistema Educativo, les cita, como en
un lance del ruedo, o les llama, en todo caso. Pero se niega a
consultar con ellos. Porque él (y quizá un equipo de asesores, y
quizá una caterva de lobbies desinteresados) posee la última
verdad, la absoluta verdad. La verdad de la élite.
La
élite determina los criterios para formar parte de su distinguido
club. En algún caso, no basta con establecer magníficos contactos, sino
que, sobre todo, hay que poseer un formidable currículum vítae.
Pero, detengámonos en esta menudencia antes de adentrarnos en el
proceloso mundo de la ascensión al averno que nos niegan. Un buen
currículum debe estar escrito en inglés (sí, con tilde aguda, pues
el golpe de voz recae en vocal – de consejo de administración–),
lo demás apenas importa, salvo algunas cosillas: no importa la
carrera de procedencia si el colofón no es un MBA como dios (me
perdonará si lo escribo en minúscula) manda; suelen tenerse en
cuenta las calificaciones, pero, como sentenció Vespasiano, “pecunia
no olet”, y, así, tampoco es significativo que las calificaciones
hayan podido ser infladas (inflación subyacente, inapreciable); y,
desde luego, es interesante haber referido diferentes cargos de
responsabilidad con anterioridad. En esto de la responsabilidad no
importa tanto el capital monetario como el humano, y por ello se
prefiere hablar de capatización o de captación, frente a
capacitación o incluso recapacitación. Porque, en última
instancia, la élite se nutre de liderazgo, por supuesto.
Por
este último motivo, en una entrevista de trabajo para la élite, lo
importante es el saber estar, pero, también, el saber parecer y,
sobre todo, el parecer saber. Sólo tras esta justa entrevista (o
entrevistas) el candidato puede lograr o no su ansiado sueño.
La
ascensión comienza en la cuna, pasa por los mejores colegios (bueno,
eso dicen) y acaba por hache o por be (¡eh!, robot) en una
multinacional, en el consejo de administración de un banco o en la
junta directiva del PP o del PSOE. No importa su creatividad, nula
(pero asistirá a importantes encuentros relacionados con la
generación de oportunidades y otras mandangas), no importa su don de
gentes, suelen ser coercitivos (pero apenas se despeinan y siempre
tienen una sonrisa para los menos allegados), ni importan sus
conocimientos (sus palabras huecas, bien colocadas en una mente bien
adiestrada son dinamita).
En
suma, lo importante es llegar, el resultado. Por eso el Ministerio de
Educación no es también de Ciencia, porque la Ciencia da resultados
a largo plazo, y eso no vende. Por eso una generación entera de
científicos españoles, que estudiaron la EGB, se las ven y se las
desean para no acabar trabajando en cualquier profesión diferente a
la investigación. Por eso una generación entera de ingenieros que
acabaron la ESO tienen que estudiar alemán, persa o chino a los
treinta años (bueno, además del consabido MBA en una escuela de
negocios de postín).
Pero,
claro, según la propuesta de la OCDE, de la que es presidente el
señor Gurría
[http://www.expansion.com/2012/11/30/economia/1354290941.html],
a lo mejor es que estos graduados universitarios resultan ser
incompetentes (si se les hubiera evaluado de acuerdo a las key
competences,
otro gallo les cantaría).
Por
eso en nuestro Parlamento contamos con los mejores (una señora, hija
de un señor de Castellón, que se expresa con una dicción impecable
– “¡Que se jodan!” –. ¿Y qué decir de los sabios consejos
de los Secretarios de Estado?: "¿Por qué no decirlo? Hay un
impulso aventurero, propio de la juventud, que contribuye también de
forma poderosa a acrecentar la movilidad juvenil". ¿O de ese
prohombre, otrora representante del empresariado, y que con su
ejemplo sentenció: “Se sale de la crisis trabajando más y ganando
menos". En fin, la lista de sabias y juiciosas sentencias sería
demasiada extensa para los humildes límites de este blog. Vayamos,
pues, para terminar, a hechos que nos demuestran que entre nosotros
queda la élite, la que nos salvará de... Bueno, nos salvarán.
Sólo
pondré algunos ejemplos:
Para
defender la subida de tarifas de Metro de Madrid, Esperanza Aguirre
(aguerrida ella) arguyó una
proporción razonable en el reparto del coste entre la Administración
y el usuario. Para ello expuso la situación de Metro a principios de
la Democracia, la proporción de otras ciudades europeas y se llenó
de flores a propósito de la extensa red viaria suburbana madrileña.
Pero no dijo nada de la tremebunda inversión (que de no ser
amortizable en un período razonable, más valdría apuntarla como
gasto) desembolsada apenas unos años ha en estaciones y tramos con
escasísimo uso.
Desde
la Oposición al Gobierno, diferentes cabezas visibles, con el señor
Rajoy despuntando, nos llenaron la quijotera de pájaros: que si la
prima de riesgo bajará drásticamente en cuanto entremos en el
gobierno, que si no congelaremos las pensiones, que haremos una
reforma laboral consensuada, que bajaremos el paro en más de tres
millones de personas, que si bla bla bla. Pero todo está siendo
falso.
Bankia,
sin comentarios.
El
desmantelamiento de la Sanidad Pública en Madrid, sin comentarios.
El
incremento de la deuda de Telemadrid de 40 millones de euros en 2003
a 240 millones en 2012.
La
estrepitosa caída de audiencia de RNE de más de un 20 % por una
remodelación de plantilla “que tocaba ya”.
El
cierre de empresas por la caída del consumo interno y las carencias
competitivas.
Pero
siguen ERE que ERE, y seguir enumerando calamidades resulta arduo
cuando, desgraciadamente, siguen existiendo más de ocho millones de
españoles que les seguirán votando (y más de siete millones que
seguirán votando a los otros).
Pero
siempre nos quedará la Educación (sin ciencia, sin conciencia,
pero, eso sí, con decencia). Se nos presenta una Ley Orgánica desalmada, porque, siendo orgánica (de garantía de derechos) se
gesta pensando en la segregación entre quienes pueden y entre
quienes pueden más. Una ley que llama al populismo nacionalista
español mientras esconde prebendas a minoritarios pero poderosos
grupos de poder. Una ley que defiende contenidos instrumentales
(Lengua y Matemáticas) que rara vez serán valorados en la vida
adulta por parte de las élites que mandan, si no son tamizados,
perfeccionados y, entonces sí, instrumentalizados en las escuelas de
negocios para mantener el orden que les interesa a esos pocos. Es
mejor abrir los ojos, de verdad.
Cuando
las nubes parezcan osos de peluche, te enseñaré cómo es el
peluche. Cuando los ríos discurran entre árboles, te mostraré cómo
es un árbol. Y, cuando el Sol sonría en lo alto, te sonreiré para
decirte: “Eres un sol”.
Entonces
comprenderemos que somos felices por hallarnos en este mundo, juntos
y junto a mucha gente.
El
viento besará nuestros rostros, el suelo nos mantendrá. Siempre
estaremos juntos, hijo. Pero dime algo: ¿Cómo has vuelto a
suspender Lengua? No me lo explico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes añadir tu comentario aquí: