El
auge científico y su difusión, favorecida por su aplicación
tecnológica en el siglo XX especialmente, han llevado parejo un
cambio epistemológico amparado sobre todo por esta difusión
tecnológica, como resultado palpable del pensamiento positivista
anterior. Siempre en Occidente, esto no quiere decir que se hayan
abandonado totalmente los presupuestos metafísicos. Pero sí parece
haberse creado una especie de fe casi ciega hacia la Ciencia y hacia
su fruto, la tecnología.
Cuesta
creer, sin embargo, que la Historia del siglo XX haya estado
unívocamente determinada por ese pensamiento. De alguna forma esto
llevaría a aceptar que el conocimiento ha prevalecido sobre las
creencias en la toma de decisiones. Si es o ha sido así, entonces no
hay gran diferencia entre ese siglo y los precedentes: una oligarquía
ha detentado la cultura y con ella ha influido en la mayoría para
que siguiera de forma correligionaria sus decisiones políticas,
religiosas, etc. Sin embargo, aunque la Historia nos demuestra que
efectivamente ha habido una cultura dominante en cualquier época y
lugar, también nos demuestra que el término cultura puede tener
diferentes acepciones.
Cultura
popular, cultura de masas, cultura como sistema que define una
organización social... son términos que encierran significados
distintos al concepto de cultura clásico u original, como guardián
del conocimiento erudito. No sólo se trata de una diferencia
cualitativa, sino también cuantitativa, puesto que generalmente el
sentido clásico de cultura ha sido y es patrimonio de unos pocos,
frente a la cultura que ha subyacido a cualquier organización social
por numerosa que ésta fuera.
Tanto
si nos referimos a un sentido o a otro, la cultura no es algo
estático; existen movimientos de mayor o menor intensidad, con
diferente lapso histórico y con diversas características entre las
diversas formas sociales. Nuestro propósito no es adentrarnos en el
porqué de esos cambios. Sobre esto hay explicaciones para todos los
gustos: en el campo de la psicología social, en la corriente de
Moscovici, Nemeh1,
por ejemplo, conjetura:
«Nuestra
hipótesis específica es que el conflicto engendrado por los puntos
de vista adversos, tanto si éstos emanan de una mayoría como de una
minoría, estimulan la actividad cognitiva. Es la forma de esta
actividad la que, sin embargo, es completamente diferente en función
de si la fuente es una minoría o una mayoría».
(Moscovici,
1991, p.287)
Moscovici
(1991, pp. 303-319) utiliza el término conversión para
expresar un cambio de creencias. Llega a postular que el efecto de la
mayoría es inmediato, pero que la conversión se produce más de la
mitad de las veces cuando hay una oposición a la minoría. De manera
que el efecto de esta conversión es más profundo y duradero.
En
cualquier caso, esto viene a indicarnos que las creencias del hombre
de la calle no son totalmente subjetivas. O no, al menos, son
totalmente genuinas en su origen. Como señalan Rodrigo y Palacios2
refiriéndose a las concepciones familiares de los padres:
«
(...) los padres necesitan una mediación representacional sobre la
realidad familiar para poder hacer frente a una serie de procesos
cognitivos (...). Si los padres no contaran con tales
conceptualizaciones sobre la crianza, el desarrollo y la educación
de sus hijos, carecerían de interpretaciones personales sobre lo que
ocurre en la vida familiar en torno a esas cuestiones, de modo que
las cosas podrían ser esto o aquello de modo aparentemente azaroso».
(Rodrigo
y Palacios, 1998, p.56)
Sobre
múltiples campos de la realidad, el individuo posee diferentes
interpretaciones personales que beben de otras explicaciones
subyacentes en la cultura en la que se encuentra inmerso. Ésta es
una de las premisas del constructivismo social. Aunque proponemos una
reflexión para aproximarnos al contenido del pensamiento cotidiano
en un marco sociocultural, tampoco vamos a adentrarnos en la eterna
pregunta de qué fue antes, si el huevo o la gallina:
« (...)
el proceso de desarrollo sigue al de aprendizaje, que crea el área
de desarrollo potencial [ZDP]
».
(Vygotsky,
en Cecchini-Benítez3,
1956-1986, p.39)
No
proponemos ahondar más en los mecanismos que rigen el desarrollo
individual, sino, más bien preguntarnos cómo es el resultado de ese
desarrollo para ver cómo efectivamente se ha producido una
influencia del contexto social en los contenidos cognitivos del
individuo.
Otro
enfoque, el sistémico, fundamenta la adquisición y, en general el
trasiego de información entre individuos que, lo queramos o no, no
están aislados. Sin entrar en la importancia de los sistemas en
función de su “proximidad” al individuo (microsistema,
mesosistema, exosistema, macrosistema y cronosistema
(Brofenbrenner4,
1987)), a estas alturas es lícito suponer que las creencias recogen
datos de múltiples fuentes culturales. Lo esperable es que cada
conjunto de creencias sea muy diferente entre individuos. Pero, como
decíamos antes, no parece que las divergencias sean tan notables
como para afirmar que cada pensamiento individual sea genuinamente
original. El pensamiento, pues, es único en cada persona, pero no es
netamente propio, sino que, más bien, está adaptado a un entorno
mayoritario. Este entorno lo podríamos denominar marco
sociocultural común, sin entrar aún en cuál es su
extensión.
Una
explicación de esto nos la sugiere Rodrigo5,
partiendo de una crítica a la supuestamente clara dicotomía entre
conocimiento cotidiano y conocimiento científico:
«Uno
y otro ya no se encuentran a los extremos de un continuo que va desde
la incoherencia, la inexactitud y el error hasta la coherencia, la
precisión y la verdad».
(Rodrigo,
1993, p. 89)
Si
el pensamiento es un proceso que fructifica en diferentes tipos de
contenidos (ya sean síntesis de creencias, ya sea conocimiento
explícito, ya sean teorías implícitas, etc.), estos difieren,
según Rodrigo (1993, p. 112), básicamente en dos niveles
funcionales de representación mental: en el pragmatismo de las
creencias o en la forma declarativa del conocimiento. Pero lo
interesante es que:
« (...)
las síntesis de creencias (...) se construyen a partir de conjuntos
de experiencias obtenidas en el seno de grupos sociales más
reducidos que comparten contextos interactivos próximos al
individuo. Por ello, encontramos cierta convencionalización también
en las creencias, ya que las personas dentro de un grupo tenderán a
compartir las mismas».
(Rodrigo,
1993, p. 114)
Sin
olvidar que:
(Rodrigo,
1993, p. 115)
Pozo6
(2003) incluso sugiere un proceso que lleva de lo implícito a lo
explícito, y a su vez a lo implícito, siguiendo un modelo
helicoidal. En el que la información interna o externa actúa sobre
las representaciones mentales, tendiendo a lo que el autor denomina
entropía negativa (orden).
Los
estudios realizados por Rodrigo y Triana (1993) ya avanzaron una
aproximación a lo que denominaron el conocimiento cotidiano.
Siguiendo a estas autoras, las creencias individuales encierran
teorías implícitas, ocultas en una organización social. Lo
que llevaron a cabo consistió en confrontar ese tipo de contenido
implícito con otro de carácter explícito. Para así llegar a unos
resultados que demostraban una interesante relación entre lo
implícito y lo explícito, lo que hay en las creencias con lo que
hay en el conocimiento explícito o científico. Lo que, de manera
muy importante, viene a justificar: por un lado, un foro de participación de las familias en los centros escolares, y, por otro,
la participación de las familias en la toma de decisiones en los
centros escolares donde sus hijos aprenden.
1Moscovici,
S.; Mugny, G.; Pérez, J.A. (Eds.) (1991): La influencia social
inconsciente. Barcelona, Anthropos
2Rodrigo,
M.J. y Palacios, J. (coords.) (1998): Familia y desarrollo
humano. Madrid, Alianza
3Cecchini,
M. (1969) (trad. Benítez, M. E. (1986)): Luria, Leontiev,
Vigotsky. Psicología y Pedagogía. Madrid, Akal
4Bronfenbrenner,
U. (1987): La ecología del desarrollo humano. Barcelona,
Paidós
5Rodrigo,
M.J.; Rodríguez, A.; Marrero, J. (1993): Las teorías
implícitas. Una aproximación al conocimiento cotidiano.
Madrid, Visor
6Pozo,
J.I. (2003): Adquisición de conocimiento. Madrid, Morata