Siempre es el momento. Ahora
también, por qué no. Ahora también podemos hacer algo por
nosotros. Un nosotros comprensivo y extensivo a cada uno de los
elementos que componemos este gran conjunto humano. Si alguien
duda de las buenas intenciones de los demás, que piense en sí. No
se trata de tener confianza ciega en las instituciones (y menos con
la que está cayendo), a modo de Sócrates, pero sí compartimos con
él que “quien es sabio es bueno”. Tampoco se trata de
desarrollar nuestra plena autonomía, sino de explotarla eficazmente.
¿Quién no ha pasado por malos momentos y ha necesitado de una mano
amiga que le apoyara y actuara como catalizador para superar el
sufrimiento? ¿Quién puede creer que se ha desarrollado solo, que
su aprendizaje sólo ha dependido de él, que no ha tenido guía?
Si alguien se cree autosuficiente, es comprensible que no crea
necesitar de los demás. Allá él y su patología. No somos
cobardes, pero tampoco se trata de ser temerarios. Es temerario creer
que cerrando las puertas a la indigencia, podremos vivir sin las
personas indigentes, como temerario es aplastar una planta esperando
que no vuelva a crecer o no vuelva a dejar su simiente al lado. No
se trata de tener miedo al futuro, sino de convivir con él desde el
presente. ¿De qué sirve planificar una economía que se apoya
en la revalorización del suelo cuando llega un momento en que sólo
unos pocos pueden acceder a la vivienda? ¿De qué sirve esconder el
polvo bajo la moqueta?
Para ello proponemos un análisis
de la realidad sincero y valiente. Un intento por admitir
nuestros errores para tratar de enmendarlos con soluciones
enriquecedoras para todos, para esa cosa común que se nos supone a
todos por el hecho de ser hombres y que quizá tenga que ver con esa
otra que podríamos llamar calidad de ser únicos individuo a
individuo. Más únicos que cualquier otro ser. He aquí nuestro
antropocentrismo.
Nuestro discurso, quizá único, no
está solo. No, porque es humano y lo arrojamos a la lectura de todos
las personas. Entre quienes lo lean habrá tantas interpretaciones
como lectores. Por sistematizar, habrá opiniones más emparentadas a
una u otra dirección: las habrá escépticas, las habrá confusas,
indignadas, de menosprecio, de rechazo, iluminadas... e incluso puede
que haya quien las comparta en alto grado. Buscamos nuestra mejora
humana, sería incoherente afirmar lo contrario, cuanta más gente
lea esto, mejor. Pero también queremos vuestra reflexión a partir
de esto, ya que es indisoluble a nuestro bienestar. Es una de
nuestras premisas: yo estoy bien y mi entorno está bien
(sin condicional), y también es nuestro propósito.
No sólo aceptamos las críticas, las
hacemos nuestras, pero desechamos las ofensas, que no son de nadie.
Comprendemos el mecanicismo y el positivismo, pues puede que
también sean parte de nuestra metarrealidad.
Desentrañar nuestro pensamiento es contribuir a comprender y a
convivir con nuestra realidad. Quizá hayamos seguido el camino
ecléctico, pero buscamos una definición, tenemos que mojarnos.
Tampoco tenemos información suficientemente irrefutable como para
creer en posiciones netamente genéticas. No entramos en los
mecanismos mentales que puedan explicar el pensamiento ni su
contenido: el conocimiento, las creencias, las ideas. Sería buen
punto de partido una recopilación del contenido de nuestro
pensamiento, para intentar situarlo en la cultura o las culturas que
subdividen a su vez la gran cultura humana. No sería novedoso porque
también se tendería a sistematizar, por las limitaciones que
señalábamos anteriormente: un estudio de cada conciencia habría
de ser costosísimo, inabordable con nuestros medios; cada
conciencia es función, entre otras cosas, de la variable temporal,
al instante siguiente somos los mismos pero diferentes. Sin embargo,
admitimos esas limitaciones y tratamos de minimizarlas o
esquivarlas proponiendo un sistema basado en la continuidad y la
diferenciabilidad individual (acaso infinitesimal). Asumimos que
en ocasiones se producen cambios individuales de naturaleza
cualitativa y cuantitativa discontinuos, que un niño no es un adulto
en pequeño, por ejemplo, o que un trauma en la etapa adulta también
puede ocasionar cambios sin graduar en la persona. Y, naturalmente,
también nos hacemos cargo de las crisis que se dan en las sociedades
y que transforman las culturas. Pero creemos que, fuera de las
singularidades hay un continuo, o al menos una senda por la que nos
es más fácil empezar a comprender cómo somos, nuestra realidad.
Gracias por este artículo tan interesante. Enseguida lo comparto con quien sé que lo necesitan. Yo también lo necesito, por supuesto, yo, la primera. Gracias, de nuevo. Un saludo
ResponderEliminarGracias por tu interés, Mónica. Tengo muchas dudas sobre los presupuestos pretendidamente certeros de quienes nos arrastran por las frías cifras. Creo que nuestro pensamiento es mucho más extenso que todo eso y que podemos volver a él para reubicarnos, para no perder el norte cuando tratan de manipularnos. Las certezas son las propias, pero con las de muchos, en un continuo entre creencias y conocimiento científico. Pero hay correlación entre lo implícito y lo explícito. Hay que confiar en nosotros, en cada uno, y en quienes nos rodean. Además, no nos queda más remedio. Un abrazo
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